Vamos de nuevo

Hola, soy feminista. ¡Del siglo XXI, claro! Reforzando el mensaje de tantas antecesoras pero, sobre todo, por las miles que no pudieron ni pueden decirlo, las “ellas sin voz”. Yo también fui una de ellas. Desperté, accioné, hice clic, me cansé (hasta de mí misma), sentí hartazgo, estuve muy abajo, oscuro y profundo, finito… porque en algún punto se terminaba. El ser víctima es una elección (aunque en ese momento no lo vivas como tal), como todo en la vida, hasta que no lo elegís más. Ese cambio es incómodo, muy. El mejor cambio incómodo de mi vida. El que te hace sudar la camiseta del traje humano pero limpiar tu alma y sacar tu ser por doquier. El salir del victimismo requiere de muchas cosas que podríamos enumerar, pero no es solo coraje, valor, inteligencia emocional (hasta ahí aptitudes que todos tenemos desarrolladas en mayor o menor grado) sino que para que una mujer logre tomar las riendas de su vida, afrontar lo que sigue, mantenerse firme, en pie y sentirse empoderada y fortalecida como persona, también es necesario el apoyo de otro, el oído y el amor. Alguien que simplemente te diga “vos podés, sos capaz, sos hermosa…”. Palabras que deberíamos decirnos los seres humanos todos los días, entre y hacia nosotros mismos. El mundo ya sería otro. Hoy, la onda expansiva del empoderamiento femenino se siente, circula por el mundo entero, suenan las campanas, hay ruido a mujeres, la ficha cae, lento pero va. Pero en este proceso, las feministas aún tenemos que estar “explicando el Feminismo” como si fuera un título del posmodernismo. Vamos de nuevo. El feminismo es un estado del ser. Hombre o mujer. Porque Feminismo es sinónimo de igualdad. Soy Feminista. Soy igual a vos, que estás leyendo – me. Y esto no es finito, es eterno.

Avanti donne!