“Has de tener serenidad para aceptar las cosas que no puedes cambiar…
Valentía y entusiasmo para poder cambiar las que sÍ puedes modificar... y
Sabiduría necesaria para distinguir entre lo que puedes o no puedes cambiar” (Reinhold Niebuhr).
Esa sensación de paz es el fiel reflejo de que hemos tomado una decisión correcta. Ese es el signo más evidente, gracias al cual tendremos la garantía de mantener un equilibrio mental y físico.
Así, lo que debemos pretender es manejar las expectativas que tenemos sobre
nosotros mismos. Evitar las reacciones ante las ofensas y las alabanzas, para no pecar de coléricos ni de vanidosos.
Cuando vivimos sometidos a lo que otros esperan o buscan en nosotros, estamos priorizando las opciones de los demás y no escuchando lo que verdaderamente nosotros necesitamos.
Por eso es esencial que nosotros tomemos nuestras propias decisiones, pues solo ese salto al vacío puede llenarnos de paz y generar grandes dosis de valentía, responsabilidad y bienestar emocional.
A veces tener paz es mejor que tener la razón. Porque tu paz interior no es negociable y únicamente depende de vos y de que seas fiel a vos mismo.
Así, aunque a la hora de decir ¡basta! debemos hacer caso a nuestro corazón, una vez tomada la decisión de deshacernos de la presión de las personas que quieren manejarnos, toca hacernos responsables y derribar los miedos. Para ello debemos tener en cuenta lo siguiente:
- No es fácil lidiar con la incertidumbre.
- Cada proceso de cambio lleva consigo cierto grado de malestar que tenemos que tolerar.
- Es preciso que cada decisión vaya de la mano de la integridad.
- Es necesario saber que al abrir una puerta pueden mostrarse diferentes caminos que manifiesten la necesidad de caminar por más y más senderos en la búsqueda de nuestra paz interior.
- Dejar atrás a las personas que nos hacen mal siempre resultará positivo. Sin embargo, se plantea ante nosotros otra cuestión: tomar distancia física y emocional. A veces solo la primera, que al principio podría parecer suficiente, no es posible. Por ello debemos realizar un gran trabajo interior.
A tener cuidado porque también sucede que muchos te dicen que hacer y qué es lo que te conviene. Pareciera que nadie quiere que encuentres tus propias respuestas. Quieren que creas las de ellos.
Hay que dejar de buscar la información o respuestas afuera y mirar hacia dentro de nosotros.
Quien cultiva su paz interior transmite tranquilidad al resto del mundo. ¿Por qué? Porque la mente es como el agua. Cuando está calmada puede reflejar la belleza de lo que le rodea. Sin embargo, cuando está agitada, da igual lo que tenga de frente, pues será incapaz de reflejarlo.
Lo mismo pasa con nosotros. No podemos educar bien a nuestros niños si nosotros hemos perdido la templanza por el camino. Tampoco nos será posible llevar una vida saludable o relacionarnos bien si en nuestra mente hay una gran tempestad.
Por eso es importante que tengamos en cuenta que la paz interior es una de las riquezas más grandes que puede poseer una persona. Esto no quiere decir que tengamos que aguantar con paciencia todo lo que nos venga hasta llegar al punto de no poder hacer nada más que estallar. Se trata de eliminar expectativas externas y atender a lo que nosotros queremos.
Así, atendiendo a lo que queremos atraer y dejando a un lado lo que nos pesa, alcanzaremos la paz interior que tanto anhelamos. Recordemos que el amor propio tiene un límite, que se llama dignidad y, en eso, no podemos admitir rebajas de ningún tipo.