Una obsesión recorre la argentina pobre. La desesperada obsesión de un buscador pragmático que, en nombre del déficit cero, intenta convertirse en el primer resultadista del planeta en lograr este objetivo en tiempo récord sin importar los despojos que vayan quedando en el camino. A tal punto, este león confiesa a cielo abierto, que prefiere morir antes que claudicar frente a las variables que impidan su encantamiento olímpico.
Una irritante analogía es mencionada por algunos economistas cada vez que una cámara de televisión se enciende para explicar la épica del déficit cero:
“Una familia no puede gastar más por encima de los ingresos que mensualmente obtiene”. Claro que, siguiendo con este iluminado enunciado (para que la gente de a pie lo asocie con el Estado) - podríamos aportar a relato de manual de economía básica, recurriendo a un simple y cotidiano diálogo familiar, en dónde el marido al regresar de su trabajo le dice a su esposa con resignación: - mi amor, trabajo diez horas por día y solo gano quinientos mil pesos y, con este sueldo, no llegamos a fin de mes. La esposa consternada le responde: ¿Se te ocurre alguna solución? Él, atrapado en su propia angustia le responde: - supongo que por el momento tenemos una sola opción: mate cocido con un pan a la mañana y mate cocido con otro pan a la noche. La esposa, atenta a la cruda respuesta de su amado marido le lanza: - ¿Y al medio día? Después de tomarse unos segundos para reflexionar, él, bajando la vista, con la auto estima mancillada en su propio sudor, le responde: - espero que algo se te ocurra.
Cualquier semejanza con la realidad no fue pura coincidencia, sino literalmente lo que ocurre en millones de hogares pobres.
Nadie pone en duda que décadas de despilfarros tenían inevitablemente que avizorar esta realidad y una política de déficit cero es parte de una dirección necesaria para enderezar la macro economía. Ahora, si la salida para “refundar la cultura” de un país ordenado es vetar la ley jubilatoria y el presupuesto universitario, creo que el “resultadista” va a necesitar algo más que la ayuda de “su jefe”.
Hay un argumento que se menciona para sostener este ajuste brutal: “Los jubilados, no pueden tener un mejor ingreso, porque “la señora” incorporó al ANSES, a miles de trabajadores que jamás aportaron a la caja. Verdad relativa si las hay, pero señores “resultadistas”, ¿están al tanto de que estos trabajadores no pudieron aportar a ninguna caja, porque sus empleadores los tenían trabajando en negro? ¿Y porque razón trabajaban en negro? - Porque las leyes laborables de entonces permitían el negocio del juicio laboral, y, por lo tanto, volviendo a la ante sala de “la guerra de todos contra todos”, esta cruzada salvaje finalmente perdida, la terminaron pagando los que menos tienen.
Con referencia al veto del presupuesto universitario, los argumentos están basados en probables desvíos de fondos, o sosteniendo que hay pruebas fehacientes de que hay más estudiantes de los que se declaran. Si esto es verdad, ¿no hubiera sido la virtud de la prudencia y del justo medio, llamar a una auditoría con todos los sectores referentes de la UBA antes de vetar la ley?
Estamos asistiendo a un incierto camino sinuoso, donde la relación del oficialismo con la oposición está lejos de parecerse a un modelo democrático.
Esta necesaria convivencia tiene la posibilidad de perfeccionarse siempre y cuando los “resultadistas”, comprendan que, frente al ajuste más brutal de la historia contemporánea, las tomas de decisiones deben ir acompañadas no solamente de buenos modales, sino que al momento de reasignar un recurso, en la búsqueda frenética de ese déficit cero, hay un límite ético y no económico y, cuando enciendan la calculadora financiera, recuerden tutelar a los niños y a su Hospital Garrahan, (cuyos insumos y sueldos están colapsados) y, a nuestros mayores, que vergonzosamente, ni el omeprazol obtienen de manera gratuita. “No todo fin justifica los medios”.
Con esta temeraria paradoja del déficit cero, no crean los “unos” que esta columna está solamente dirigida a los “otros”. Como decía el psicoanalista Lacan: Cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar.