“Abrí las puertas de mi casa y hoy es un refugio para 50 personas”

La creadora del refugio Uguet Mondaca, de Almirante Brown, hizo posible lo que tanto parece costarle al Estado, albergar y contener a mujeres que eligen salir de círculos violentos.

Una de las actrices “de la vida real” en el film-documental Cada 30 horas (de Alejandra Perdomo) es ella. No sólo porque es un ejemplo de solidaridad absoluta y compromiso verdadero, sino también porque el refugio Uguet Mondaca salva vidas. Ubicado en la localidad de Almirante Brown, provincia de Buenos Aires, el lugar es hoy una casa de abrigo para 50 personas, entre mujeres, niños y niñas. Pero hace catorce años era la casa de Nancy Uguet y sus tres hijos, que tienen 32, 25 y 15 años actualmente. La vida de cada uno de ellos es digna de ser contada.

–¿Cómo empezó con esto?
–En realidad yo no padecí violencia doméstica, nunca dejé que me maltrataran; eso no quiere decir que no me haya topado con violentos, pero siempre supe cómo frenarlos o correrme. Lo que pasó, hace catorce años, fue que escuchaba a vecinas, familiares y amigas que aguantaban el maltrato porque no sabían adónde ir, con lo económico en contra. Entonces empecé llevando una amiga a casa… luego otra…

–Renunciaron a su privacidad...
–Mis hijos aceptaron y hoy es la forma de vida de todos. Hoy, entre refugio y anexo somos casi 50 personas. Nos turnamos con la cocina, algunas se encargan de la feria americana que hacemos y nos genera ingresos. Es el único refugio de la zona. Llegan chicas de todos lados, de Capital, de Chascomús y algunas provincias también.

–¿El Municipio acompaña?
–No tenemos subsidios pero nos ayuda con colchones, alimentos, materiales de construcción para agrandar. Nunca dejamos a nadie afuera. A veces dormimos en colchones en el piso o, incluso, nos quedamos tomando mate toda la noche porque llegan chicas baleadas, apuñaladas, con golpes fuertes. Hacemos todo el acompañamiento al hospital. También llegan derivadas de la Comisaría de la Mujer y del Juzgado. El juzgado conformó un lugar que se llama Unión de Funcionarios y Magistrados del Departamento Judicial de Lomas de Zamora y nos ayudan en todo, incluso nos juntan alimentos, ropa para la feria, nos apoyan con un proyecto que tenemos sobre replicadores escolares en temáticas de género. Armamos un mecanismo ya de funcionamiento, por las medidas cautelares. Y también articulamos con Niñez.

–¿Se logra un trabajo conjunto?
–Sí. Hay jueces y fiscales muy comprometidos con un criterio y sensibilidad necesarios. Ellos reconocen que no tienen perspectiva de género y quieren saber nuestra mirada, entonces vienen al refugio y ven con sus propios ojos. Eso sirvió para ir limando algunos temas, como las medidas de restricción, que son personales. Tuvimos algunos episodios pero la Policía está presente constantemente con nosotras. También articulamos con las escuelas de los tres niveles [inicial, primaria y secundaria]. Los chicos del refugio tienen prioridad y son escolarizados rápido, sin entrar en listas de espera. La Policía nos acompaña a llevarlos y traerlos.

–El apoyo entre pares es clave también…
–Sí, es lo más importante. Porque cuando llegan vienen desconsoladas, ven todo negro y no sienten esperanza de nada, y apenas ingresan miran a las demás riendo y me preguntan: “¿Cómo hacen para reír esas chicas?”. Algunas de las que ríen quizás todavía tienen moretones o se les ven las cicatrices. Y ahí les explicamos que ella también va a volver a reír, que podrá salir adelante más allá de que, en ese momento, vea todo oscuro.

–¿Y cuál es el momento en que están listas para salir del refugio?
–Cuando ya se sienten fuertes, libres, con un trabajo que les dé perspectiva de poder mantener un alquiler. Ahí seguimos estando cerca, obvio.

–¿Cree que asistimos a más violencia o a una verdadera visibilización de lo silenciado?
–Después de cada marcha o algo muy mediático, se incrementan los ingresos al refugio, entonces yo les pregunto: “¿Por qué se decidieron?”. Y todas dicen lo mismo. Antes les pasaba, pero ahora al ver que pueden buscar ayuda, dicen que no soportan más y se deciden a salir, entonces la mujer se rebela, el hombre no lo tolera y la hiere.

–El film Cada 30 horas es una herramienta más…
–Claro. Acepté desde el primer momento que me lo propuso Alejandra Perdomo. Incluso participa Alicia Chamorro, una de las chicas que también pasó por el refugio y da su testimonio. Lo bueno de todo es que, luego de comenzar la difusión del documental, sucede lo mágico, muchas chicas se acercan al refugio, nos buscan por Facebook. Yo le hago escuchar los audios a Alejandra y nos emocionamos juntas. Me dicen: “Vi la película y estoy pasando por una situación así”.

–Esta es su vida… y la de sus hijos…
–Es una elección de vida. Me apasiona, a veces ni duermo porque a la madrugada, después que él se durmió o drogado o borracho, ellas encuentran un momentito para llamarme y es el minuto precioso que no debo desaprovechar. Son las que todavía están en ese círculo y buscan salir; las escucho y ahí vamos. Me siento afortunada de poder hacer esto. Con mis hijos, siempre me pregunté si les hacía bien pero hoy sé que todo es positivo. Esto influyó para bien incluso en sus relaciones de pareja; los más grandes formaron parejas hermosas y sanas. Ellos saben de la temática. Mi hijo de quince años, Mirko, está en el proyecto de los Replicadores Escolares en temáticas de género, te habla del perímetro, exclusiones del hogar, etc., como el pan de cada día.

–¿Cree en un mundo sin violencia?
–El cambio está planteado y hay un despertar de conciencia. Llevará tiempo pero ahí vamos. Lo que hacemos todas, cada una desde su lugar, ayuda. Mi sueño es que cada municipio cuente con dos o tres refugios. Se salvarían muchas vidas, de mujeres y niños.

Contacto: Nancy Lilian Uguet / Refugio Uguet Mondaca