Por Teresa Geerken
Licenciada en psicología
Hace unos días surgió una pregunta por parte de Raúl Coronel: ¿qué nos pasa cuando a diario vemos en las noticias que matan a alguien? Seguramente fue planteada de otra manera, pero las palabras tienen ese poder que las trasformamos al escucharlas, nos apropiamos y, dos o más personas, pueden escuchar el mismo recitado y explicarlo de manera distinta. Creo que, más allá de la pregunta, el planteo era que, según su criterio, acertado, antes una noticia de este estilo ocupaba días de cobertura periodística, “mataron a una chica”, y conocíamos con el correr de los días, a toda su familia, amigos, y a veces hasta a la maestra de la escuela. Que hablaban de ella. De cómo era, qué le gustaba, etc. Y escuchábamos una y otra vez que la querían, teníamos tiempo para pensarlo, imaginarlo, en una palabra, procesar la información, y tramitar eso que nos generaba tristeza, angustia, miedo, porque quizás teníamos una hija, hermana, nieta, de esa edad, y no nos hacíamos ni la idea de cómo sería que nos pasara a nosotros. Pensábamos en lo terrible que sería.
Pero ahora, como me planteaba Raúl, debido a una multiplicidad de factores, es menos el tiempo que se le dedica a una noticia, y escuchamos a diario que mataron a varias personas, ya no contamos con el tiempo necesario para procesar la información (se diría vulgarmente). ¿Entonces, qué nos pasa?, decía Raúl, ¿Esto conlleva algún tipo de patología actual?
Llevé esta inquietud a nuestro grupo de psicólogos, con los que nos juntamos para estudiar, y el sábado pasado tuvimos la honorable visita de la Lic. Patricia Saks, referente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y en el marco de esa capacitación aproveché la asistencia de varios colegas para plantear la pregunta (tuve ayuda).
De lo que charlamos, pudimos visibilizar algunas cuestiones. Tal como planteaba en el texto donde hablé de la necesidad del juego infantil para los niños (quienes no lo vieron pueden hacerlo en la página web del diario), es necesario que toda excitación que nos llegue desde el exterior sea tramitada, o sea, el aparato psíquico debe poder ligar la pulsión a una representación. Si no, se puede se generar un trauma. En el caso del niño, como no puede expresar a veces todo lo que siente, lo hace mediante el juego. El adulto lo habla, cuando puede, expresando lo que le sucede; cuando puede hacerlo, elabora, va ligando representaciones a los hechos que le generaron el malestar.
Expliquemos aun más este concepto. Cuando hablamos de “trauma”, nos referimos a sucesos en la vida de una persona, que, por su intensidad, sumada a la propia incapacidad de reaccionar adecuadamente, producen efectos psicopatológicos duraderos en la estructura mental humana. Pero no considere que la incapacidad tiene que ver con que algo está mal en esa persona, sino que el acontecimiento fue muy fuerte, o repentino, para poder ser tramitado, o una sucesión de hechos que no llegaron a elaborarse. Entonces, puede ocurrir que las excitaciones que se reciben son excesivas en poco tiempo y fracasa su elaboración dejando a la persona indefensa. Sucede lo mismo, si es un único acontecimiento o una acumulación de estresantes menores; en ambos casos el psiquismo fue incapaz de descargar la agitación producida.
El psiquismo, al desencadenar la señal de estrés, intenta evitar ser desbordado por la aparición de la angustia automática que caracteriza a la situación traumática. Esto puede ocurrir por un estresor interno, o sea, nuestra propia excitación pulsional. Por ejemplo, un pensamiento con el que a nivel consciente no estemos para nada de acuerdo. O por un acontecimiento externo; en nuestro ejemplo, podría ser la gran cantidad de noticias que nos hacen angustiar.
Para intentar protegerse, el psiquismo puede utilizar el mecanismo defensivo de la represión, que tiene como tarea inhibir o desviar un peligro que amenaza desde nuestro mundo interno.
Un ejemplo de trauma es el de los niños, cuando son abusados sexualmente por un adulto. La vivencia que ha excedido la capacidad de comprensión o simbolización, más adelante cuando crezcan y tengan capacidad para entender su significado estarán influenciados por un estamento extraño interno que quedó implantado en su psique infantil y les causará problemas desde el interior.
Ante la pregunta de cómo podemos trabajar esto, puedo mencionarles la terapia analítica, ya que permite una reactualización del hecho reprimido. A través del vínculo transferencial con el psicoterapeuta, el trauma es reelaborado de nuevo de una manera menos sintomática. El crecimiento postraumático posibilita que la persona se conciba a sí misma y al modo en que se relaciona con otros de una forma más positiva y edificante, acompañándose de cambios profundos en la manera en que puede verse a sí misma y ver a los demás.