Adicciones y psicoanálisis

Retomo un escrito de la Lic. Cecilia Gangli, especialista en adicciones, para comenzar a hablar sobre esta problemática.

Ella menciona: “Es siempre algún sufrimiento lo que lleva a alguien a consultar. En relación con las adicciones, estas han dejado de funcionar como hasta ese momento. Alguna dimensión del sufrimiento ha aparecido para esa persona, el tóxico ya no anestesia su dolor. Que la droga no siga funcionando como hasta ahora, no quiere decir que se detenga el consumo. Trabajar desde el psicoanálisis, implica que un tratamiento se orienta en la dirección del deseo para un sujeto. La cura vendrá por añadidura. La cura en un tratamiento psicoanalítico no tiene como objetivo central que el paciente deje la droga. Esto llegará en la medida que el paciente encuentre la función que el tóxico cumple para él. Y se arme de otras herramientas para soportar el dolor de existir. Una cura no puede realizarse con sujetos que sólo vengan a quejarse de su toxicomanía. Es necesario desplegar en las primeras entrevistas, las cuestiones de su vida, de sus relaciones familiares, laborales, etc. Que el paciente pueda ir armando en su discurso, su novela familiar, su teoría acerca de por qué consume, que lo hace sufrir. Sin embargo, algunos pacientes deciden por propia voluntad, dejar de consumir tóxicos al momento de comenzar el tratamiento. Es el paciente quien debe decidir dejar de consumir, debe ser un asunto de él. El analista sólo puede demandar para que el trabajo sea posible, que el paciente esté en condiciones de hablar de sí mismo en las entrevistas. Esto es favorecido por una regularidad, horarios, etc. Es común que los pacientes que consumen drogas no tengan los síntomas característicos de la neurosis de transferencia: sueños, lapsus, fallidos, síntomas, etc. Esto es un punto de llegada: la constitución de un síntoma neurótico. Hay otras formas de tratamiento de las adicciones, el que plantean las Comunidades terapéuticas o Granjas. El paciente es internado/encerrado, lejos de sus vínculos familiares y sociales, y desde un principio deja de consumir como una imposición del tratamiento. La terapia consiste en la contención normativa y la incorporación de creencias y valores religiosos. Trabajan adictos recuperados o ex adictos. Existen normas de convivencia estrictas y un programa de premios y castigos, según el adicto vaya cumpliendo los tiempos necesarios para dejar la droga, y si hay recaídas, entonces hay castigos, como prohibiciones de salir, de recibir visitas, o realizar tareas desagradables. Lo objetable para esta terapéutica es que no hay interrogantes en el adicto acerca de las causas individuales que propiciaron su adicción. El acento se pone exclusivamente en el objeto –droga. Centrarse en el objeto droga como lo hacen las Granjas es perder el verdadero eje de la cuestión, ya que la droga es uno de los tantos objetos culturales que nos ofrece el mercado para calmar la falta de ser”.

Es un hecho que el discurso religioso es uno de los instrumentos más eficaces para “salvar” a algunos individuos de la droga o del delito. Freud menciona a la religión como uno de los recursos de que se vale el sujeto para enfrentar el “dolor de existir”.

Todas las maneras en que el sujeto emprenda esta tarea son respetables y valiosas, a algunos les resultará mejor ir por el psicólogo, a otros por la religión, u otros tratamientos. Pero todas las maneras de pedir ayuda son válidas, así como encarar este camino, sinuoso y difícil de querer alejarse de una adicción. No es fácil, tampoco imposible, pero debemos saber que no es fácil. Ninguna adicción lo es. Por eso, se debe acompañar a quienes la padecen y piden ayuda, solos no pueden, tienen la voluntad dañada, están faltos de ella.