Por Amanda Paulos
Bióloga, docente, guía de naturaleza
Cuando leemos o estudiamos sobre ecosistemas notamos que el tema clave es la interacción entre los elementos que lo componen: los elementos vivos y las condiciones del ambiente que los sostiene. Los que vivimos en Pinamar y observamos atentamente los árboles después de una lluvia notamos que “los pinos siguen lloviendo después de que la lluvia cesa”. Y más allá de lo agradable que resulta verlo, hay una cuestión de suma importancia para una mejor absorción y mayor aprovechamiento del agua de lluvia, tanto como riego cuanto para que el agua caída sea un aporte al sistema de acuíferos de nuestros médanos, nuestra única fuente de agua para el consumo humano.
La lluvia que cae sobre un médano o terreno en desnivel despojado de vegetación arrastra los granos y produce erosión, corre con más fuerza y forma cauces que muchas veces llegan a los desagües pluviales y desembocan en la playa sobre la cual provocan más erosión y depositan residuos sólidos y químicos contaminantes, especialmente los que resultan del tránsito vehicular. Si, en cambio, la lluvia cae sobre un terreno con cubierta vegetal, el agua llega al suelo todavía en incipiente formación con suavidad y puede ser absorbida en mayor proporción y a mayor profundidad, por lo que resulta más beneficiosa para la vegetación y además abastece en mayor medida los acuíferos del cordón medanoso. No olvidemos que el agua, en todo el partido, se almacena exclusivamente en la franja que forma el cordón medanoso costero, entre el mar y la Ruta 11. “La recarga es exclusivamente pluvial y estrictamente local, sin otro aporte que el de las lluvias que precipitan dentro de esta franja y la única fuente local apta para el consumo humano está constituida por el sistema de acuíferos” (Informe de reunión de Mesa de Diálogo Ambiental, 2008).
Debemos cuidar en un ecosistema tan frágil su cubierta vegetal; un cuidado clave es circular con vehículos únicamente por las zonas permitidas. No hacerlo significa, en forma indirecta, poner en peligro la suficiente provisión de un recurso tan vital como es nuestra agua de cada día en época de alto consumo, y, en cierta medida también, favorecer la erosión de algunos sectores de playas y dunas.