El anfitrión es el “propietario” del mundo de vida que se visita en los viajes.
Mucho se ha escrito sobre los turistas y muy poco sobre los anfitriones del turismo, los habitantes del destino elegido por los turistas para disfrutar de su tiempo libre. Creo sinceramente que no es una cuestión de menosprecio para la comunidad receptora sino que forma parte de las “anteojeras” con las que muchos analizan el turismo sin incluir a las personas que hacen posible que un turista disfrute de su experiencia recreativa. Somos nosotros, los que vivimos en un destino turístico, los que le damos vida al lugar con nuestro carácter y personalidad, tal es así que algunas comunidades especiales se transforman en originales atractivos turísticos con su folklore y su cultura.
En la mayoría de las localidades, de la comunidad receptora surgen los empleados que ocupan puestos de servicio en las organizaciones turísticas: alojamientos, restaurantes, comercios, oficinas de información turística, a los que se considera como anfitriones activos, por ser los que establecen un contacto directo con el turista. Luego están los otros, los que se benefician tangencialmente del turismo y cuyos contactos con los visitantes son más esporádicos o escasos, son los que conforman el grupo de anfitriones pasivos. Para que el turismo sea posible toda la comunidad se tiene que organizar y especializar para atender las demandas de esa corriente de individuos que nos han elegido como destino. Ello implica inversiones en servicios por parte de los empresarios locales o foráneos, inversiones en infraestructura por parte del Estado para atender también a los impactos económicos, sociales y ambientales que genera la afluencia turística, y capacitación especializada para todos los ciudadanos que residen en esa comunidad, sean anfitriones activos o pasivos.
El origen de la palabra anfitrión lo encontramos en la mitología griega. Anfitrión fue rey de Tebas y se destacó por sus cualidades para agasajar a sus huéspedes con fastuosas cenas. De allí y con el tiempo el nombre propio pasó a usarse como sustantivo para identificar “al que recibe en su casa”.
Generalmente se tiene muy enclaro el rol de turista y tal vez nunca nos hemos puesto a pensar que somos anfitriones del turismo al residir en un destino turístico. Las diferencias son notorias y pueden ayudar a repensar nuestro rol a partir del binomio turista-anfitrión. En primer lugar, se debe tener en claro que lo que es tiempo de ocio para unos es tiempo de trabajo para otros. Por otro lado, a la transitoriedad del turista en un mismo espacio se le opone la permanencia del local. Desde el compromiso con la cultura y sociedad local, el turista es un ser anónimo, sin obligación local, frente a la identificación plena del residente y de su responsabilidad local. Por último, el anfitrión asume la condición de conocedor de la geografía local ante un generalmente turista desinformado. Todas estas analogías nos marcan la diferencia entre la condición de turista y de anfitrión y a su vez nos reflejan, como en un espejo, la importancia del “otro” en esa relación de comunicación.
Sabemos que un anfitrión-residente no puede desempeñar su rol si no existe el turista-huésped, y que son las dos caras de una misma moneda. No existiría el turismo sin turistas, las personas se han movilizado desde la antigüedad por diferentes motivos y uno muy importante es la “curiosidad” que despierta lo desconocido y el “placer” que produce volver a los lugares conocidos para disfrutar de sus novedades. El hombre es un ser curioso y el mundo es objeto de su curiosidad. Visto desde este ángulo el turismo es un gran medio de comunicación que nos proporciona la oportunidad de satisfacer nuestra curiosidad, nuestro deseo de aprender en el lugar de los hechos. En este ejercicio, además de satisfacer la curiosidad, abandonamos el cómodo entorno de nuestra sociedad del bienestar para enfrentarnos a nuevas realidades sociales y culturales. El turista necesita para satisfacer sus necesidades de los “otros”, muchos anfitriones con los cuales establecerá diferentes tipos de relaciones en pos de satisfacer sus necesidades.
En una comunidad turística los anfitriones son todos los habitantes de esa comunidad y la calidad en la recepción de visitantes dependerá de la tarea que realicen sus anfitriones en forma individual o colectiva. Cabe aclarar que un anfitrión no es un guía turístico preparado para desempeñar una tarea específica. Las amas de casa no somos chef de cocina y sin embargo cocinamos para la familia. Por lo tanto no debemos considerarla una profesión sino una actitud de servicio comunitaria. El anfitrión se transforma en un actor social más del turismo, en la otra pata de la relación de comunicación planteada en un comienzo. Su tarea es fundamental pero no exclusiva. Otro tipo de actores intervienen en la información al visitante: guías de turismo, de museos, de aventura, expertos profesionales, educadores, informantes turísticos, entre otros.
Es una realidad que, a pesar de vivir años en una ciudad nunca terminamos de conocerla en su integralidad, siempre habrá lugares nuevos y otros de los que no hemos tenido conocimiento o que nunca hemos visitado. Una comunidad que desconoce sus propios tesoros, su patrimonio natural y cultural y que está escasamente informada de sus problemáticas ambientales, es una comunidad que poco podrá hacer para mejorar su calidad de vida y que se estará perdiendo la oportunidad de disfrutar de sus propios atractivos, aquellos por los que los turistas hacen kilómetros para conocerlos.