Banana republic

Antes que nada, debo reconocer un error. La semana pasada envié por error la columna y salió repetida la que habla del blanqueo. Mala mía, lo sé. Shit happens! En realidad de lo que quería hablar era del país que tenemos hoy en día. Es un típico país bananero, ¡por Dios! ¡No cambiamos más! Muchos pueden decir que el país es un desastre y otros pueden decir que las personas que lo habitan lo hacen así. En definitiva, después de tantos años de historia, el presente es lo que nos describe como sociedad. Digo esto porque esta semana el INDEC dio detalles del índice de pobreza, que alcanzó en el segundo semestre de 2016 al 30,3% de los habitantes del país, es decir que alrededor de 12,7 millones de personas son fuckings pobres. Además, un 6,1% de los argentinos son indigentes, es decir, cuyos ingresos no alcanzan para comprar una cajita feliz y no pasar hambre. Capisce? Los únicos pudientes para este gobierno son los jubilados ricachones y terratenientes que despilfarran recursos en medicamentos innecesarios y los docentes, que son los únicos que viven de vacaciones. ¡Esos sí que la pesan! No sé si pasaste por alto la cifra, pero es realmente terrible lo que estamos viviendo. Tenemos que establecer las condiciones futuras para poder cambiar esto, y no terminar como un país de Centroamérica o África.

Hay un dato que llamó mi atención y es que, en relación a la distribución geográfica de la pobreza, existe un mayor nivel entre las personas que habitan en Cuyo (35,7%), seguido por las del Noreste (33%) y Noroeste (31,6%). (Por si no los ubicás, son los que mayormente trabajan en negro por ser más baratos en las industrias y comercios.)

Es lógico, entendiendo que el país se maneja desde la ciudad de Buenos Aires hacia algún centro urbano más, pero solo eso. El federalismo, agradecido. Nunca miramos hacia arriba de los mapas hasta que nos tiran una bomba así, que nos deja mirando al norte.

Indudablemente, esta problemática no es de este gobierno, ya que esto nos retrotrae a los últimos 50 años por lo menos, donde básicamente tuvimos alternancias de gobiernos democráticos y de facto. Es cierto que hoy existe un problema mundial que no ha sido abordado con la seriedad que corresponde; me refiero a la pobreza. En mi opinión, la única forma de abordar esta problemática pasa por crear programas que aseguren el acceso a la educación y no cualquier educación sino una educación de calidad, que justamente es lo que se está discutiendo entre otras cuestiones el último tiempo. Mejores maestros, mejores escuelas, mejor país. La ecuación es simple.

Hasta hoy, parece ser que los gobiernos, no han sido capaces de generar un acceso igualitario a nivel de calidad en educación para las familias más pobres (no alcanza con planes sociales sistemáticos); por otro lado, no existe para las familias más pobres la seguridad de poder acceder a la educación superior, sólo debido a la falta de recursos (teléfono para los punteros de la zona).

Parece ser que mientras los gobiernos no planifiquen una igualdad desde las bases no existirá la superación de la pobreza y el círculo seguirá proyectándose por siempre. Obviamente, tener población pobre a los gobiernos populistas les resulta conveniente. Cuanto más burros, más votos.

Hay que educar a las personas para reducir la pobreza y se necesita reducir la pobreza para educar a las personas. No cabe duda de que hay una relación estrecha entre ignorancia y pobreza, entre ignorancia y subdesarrollo; por consiguiente, la educación resulta indispensable para el logro de un desarrollo armónico y equitativo. Hoy tenemos una población en nuestro país con más del 30% de pobres, es decir, tenemos un país que en sus bases es ignorante. Nacer pobre es uno de los más poderosos factores de la marginación en la educación.

La escuela no puede enseñar a chicos con hambre, y menos en un país que produce más alimentos necesarios que los que la gente que habita en él consume. Pero la opción no es comer o educarse: hay que atender ambas cosas. Los que han recibido menos necesitan recibir más para compensar su educación y salvar la inequidad (amigos de La Cámpora, por favor lean esto). A la escuela hay que asistirla, darle recursos profesionales y materiales para que pueda ejecutar las políticas generales o las complemente de acuerdo con las necesidades de los alumnos. La escuela moderna es la escuela compensadora. Hoy tenemos una escuela asistencialista que suple los deberes del hogar.

La pobreza es, sobre todo, un indicador de incapacidad social. Evidencia que una sociedad no ha logrado generar las respuestas apropiadas para satisfacer sus demandas básicas y que no ha podido articular un sistema educativo para formar las competencias humanas y sociales que sean las bases de los procesos de inclusión social. Por eso, más que crecimiento, la necesidad imperiosa que hoy tenemos nosotros en Argentina, como sociedad, es lograr desatar dinámicas de desarrollo, y en ello las políticas implementadas en los últimos cincuenta años han sido decididamente ineficientes. Los modelos utilizados han derivado en un asistencialismo pertinaz que no sólo ha multiplicado exponencialmente la pobreza, sino que además ha exacerbado el subdesarrollo de las comunidades haciéndolas cada vez más dependientes y vulnerables al populismo y al clientelismo.

En la Argentina se habla de crecimiento y no de desarrollo. Los últimos quince años crecimos económicamente, pero no nos desarrollamos ni como país ni como sociedad, y esa es otra lección gratis para los defensores acérrimos de la déKada ganada. Tenemos que hablar del desarrollo posible de todos los ciudadanos para no seguir siendo una república bananera.