La vida de Suzanne Simard cambió el día en que su perro cayó en un pozo en el medio del bosque donde vivía su abuelo.
Para salvar al animal fue necesario cavar más el suelo del bosque y, mientras ella ayudaba en la tarea, descubrió entre las raíces una apretada red de filamentos que dejaron en su curiosidad una puerta abierta a una nueva visión de lo que es un bosque: no solamente un grupo de árboles sino un gran organismo en el cual sus partes funcionan conjuntamente para mantenerlo y mantenerse con vida.
Suzanne estudió Silvicultura y cuestiones afines y en unos años estuvo conduciendo experimentos en los bosques del oeste canadiense. La evidencia que comprobaba su hipótesis no tardó en llegar y servir como base para otros cientos de experimentos que demostraron que en un bosque los ejemplares vegetales que lo componen están unidos subterráneamente y conforman una red similar a internet, con estaciones de diversos tamaños y conexiones semejantes a largas vías por las que circulan mensajes de naturaleza química. La trama en el suelo está compuesta por filamentos de hongos entremezclados con las raíces y las estaciones son árboles de diversos portes y en diversas localizaciones dentro del bosque. Los mensajes son nutrientes, señales de defensa, hormonas, minerales, apoyo y sustento para la supervivencia que los árboles ¨madre¨ envían a los más débiles y jóvenes. Suzanne demostró así que los árboles en un bosque son altamente colaboradores entre sí y que se necesitan entre ellos.
Sus 30 años de estudios fueron a su tiempo los cimientos para un nuevo concepto de métodos holísticos y más sustentables de forestaciones con fines comerciales e industriales, no solamente en su país sino en el resto del mundo. Sabemos que la posibilidad de las forestaciones inteligentes existe, y sabemos que un bosque es bastante más que simplemente árboles ubicados al azar.
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