Da Griet

Esta semana nos retaron públicamente. Nice! Como es hoy en día, a través de las redes sociales, cualquiera se sienta detrás de una computadora y escribe lo que piensa o lo que otros piensan, cosa que es lógico, pero uno espera por lo menos la frontalidad del discurso.

Podríamos también esperar lo mismo de aquellos que, escondidos detrás de ciertas sombras, no tienen el coraje o la valentía de afrontar sus propios pensamientos. Esto es un fiel reflejo de la situación que estamos viviendo hoy en día como sociedad. Pedir que se tengan valores, principios éticos, compromiso y lealtad a la palabra, son cosas casi del pasado o que uno encuentra en muy pocos. Por supuesto que uno se acostumbra a esto y respeta todas las opiniones y elecciones (aun a tipos que eligen a los mismos que tropiezan una y otra vez). Lo que podemos discutir es la forma. A veces no es lo que uno dice sino cómo lo dice.

Esto me hizo reflexionar sobre la famosa grieta que estamos transitando hace un tiempo en nuestro país. Hay palabras que triunfan y no necesitan más explicación. En la Argentina, cuando alguien habla de “la grieta”, todos saben a qué se refiere. Es la división social, pero sobre todo política, que han generado doce años intensos de kirchnerismo. El concepto “Grieta” está omnipresente en todas las explicaciones sobre hechos sociales de los argentinos. En los medios masivos de comunicación, en los cumpleaños familiares, en los asados con amigos de la escuela, etc. Creo que empezó como una sima entre los que estaban a favor y en contra del gobierno de Ella (¡a volver! ¿vas a volver?). Pero luego se fue extendiendo. La realidad es que directa o indirectamente todos estamos de un lado o del otro de la grieta (no aceptamos tibios, si pensás que estás en el medio, dejá el diario ya). Pero creo que la diferencia radica fundamentalmente en los que estamos preparados, formados, hemos sido educados y nos adaptamos a los cambios del nuevo mundo, y los que simplemente están porque quedaron de ese lado (acá tenés a los que sufrieron la educación pública, los que vivieron de planes, los camporistas de extrema, los globos de extrema, los minions y la mitad más uno). Esto también es una grieta. Cómo poder avanzar como sociedad si ya hay una división cultural y de formación de base que hace que nuestros caminos sean diametralmente opuestos. Hoy estamos nosotros y están ellos. Es simple como eso. Para todo estamos divididos, pero esa división, si no radica o si no se basa en una concepción ideológica o fundada desde los conocimientos, hace que choquen lados que nunca podrán crecer juntos. Acá radica la gran diferencia y lo que muchos deberían entender.

Obviamente que esto no es nuevo. A lo largo de toda su historia, la política argentina vivió episodios de polarización. Desde unitarios y federales hasta kirchneristas y antikirchneristas, pasando por rojos y colorados, el partido nacional y el autonomista o peronistas y radicales, la sociedad se dividió en polos opuestos, intrínsecamente separados y enfrentados. Las diferencias, que datan desde la centralidad de la provincia de Buenos Aires hasta el rol de la Iglesia en el Estado, son parte de nuestra historia. Lo que varió fue la forma de resolver estos conflictos latentes en la sociedad argentina; de las armas logramos pasar a las urnas, aunque estas no siempre tuvieron la última palabra.

La grieta tampoco sólo es política; sí tiene su máxima expresión en los medios. Buena parte de ellos dedican muchísimo espacio a la semana a hablar de los otros medios o bien hacer eco de lo que los otros medios han hecho (en todos los niveles). Unos, los críticos, son para los rivales los “medios hegemónicos”. Los otros, favorables al Gobierno, “los oficialistas”. Cualquier sentencia judicial favorable o contraria a un medio es noticia de impacto. Cualquier pauta oficial o publicidad opositora genera un impacto en los medios, amigos y de la vereda de enfrente. No importa el contenido de lo que se diga, basta con quedarse con el preconcepto de la pauta o de quien esté en ese medio. El problema, para los que estamos en el medio (por vocación y con independencia económica, anotalo), es que independientemente de lo que digas, siempre estarás del otro lado de aquel que piense diferente. No tienen la inteligencia ni la capacidad ni la costumbre de leer y comprender contenidos. Falencia de nuestra educación (esto será cada vez peor, ya que el 50% de los que egresan de la escuela no comprenden textos. Después van a gobernarnos).

Esto, en parte, por no poder comprender la postura o bien el pensamiento del otro, ha separado a amigos, hermanos, parejas, compañeros de trabajo. Un bardo, básicamente.

Lo que creo que no se puede pasar por alto es que, cuando uno opina o expresa cierto pensamiento, este por lo menos que sea propio, basándose en hechos y en circunstancias estudiadas, fundadas, comprendidas. Es fácil agarrarse de fragmentos o pedacitos de la historia y perderse el plano general, para argumentar lo que se pretende forzar a decir o lo que se pretende hacer pensar. Los medios no son instituciones públicas ni ONG. No le rinden explicaciones ni pleitesías, ni cuentas a nadie. No hacen política y están abiertos a todos los sectores. Los medios son un negocio lucrativo, cuyo objetivo es informar, pero no son dueños de la información. Cualquier información, así como el relato de una historia, tienen una subjetividad propia de quien la cuenta, pero lo que uno tiene que analizar es el contenido y el contexto y no solo las palabras (deberían leer no menos de las últimas 40 ediciones).

Siempre digo y pienso que la educación lo es todo para el desarrollo de una sociedad y de un país. Si perdemos este objetivo, la batalla estará perdida y la grieta cada vez será más grande, hasta que todos caeremos en ella, y será muy tarde.