De muñecas “o” autitos

Los estereotipos sociales y culturales definen también la crianza de nuestros niños. ¿Hay una ruptura de moldes o aún resistencia? La mirada de una profesional.

Nuestra sociedad y cultura están estereotipadas. Un estereotipo es un molde o conjunto de prejuicios enraizados que se transmiten de generación en generación. La inequidad entre hombre y mujer se perpetúa también en este sistema de reproducción automática de estereotipos de género. Desde pequeños vamos “moldeando” roles y preferencias en nuestros niños, como lo hicieron con nosotros. Papá Noel trae autitos, aviones y juguetes de construcción para los varones y muñecas, casitas y maquillajes para las nenas. ¿Estamos transitando una ruptura de esos modelos o todavía nos cuesta salir de los cánones sociales? En algunos países como Suecia están avanzando en la “educación sin género” que sostiene que algunos de los estereotipos más comunes no son resultado de la biología, sino que son enseñados y reforzados por los propios padres –a pesar de tener las mejores intenciones. Los investigadores sugieren que eduquemos a los niños fuera de los tradicionales príncipes y princesas, de damas y guerreros. La esencia reside en permitir que los pequeños exploren sus personalidades y habilidades natas en vez de encasillarnos en los rígidos roles de género que dominan la sociedad. Para ahondar en esta temática, consultamos a la licenciada María Dolores Etchichury, psicóloga clínica y psicoanalista, diploma de honor de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Ejerce como profesional desde hace diez años con niños, adolescentes, adultos y parejas. Reside en Pinamar desde hace tres años. Es mamá de Rufina y considera haber logrado en su vida un matrimonio feliz e igualitario. “Mi marido va a trabajar con mi hija si es necesario y la palabra ‘colaboración’ no existe cuando entendemos que lo hacemos por igual y por elección. Es clave que la mujer reconozca el lugar que elije”, comienza enmarcando la licenciada.

–¿Cómo romper con esos estereotipos del rol masculino y femenino impuestos generacionalmente?
–Es importante entender que vivimos en una sociedad que impone modelos pero, más allá del género, todos elegimos cómo vivir. No somos seres pasivos frente a la realidad, tenemos ejemplos, modelos y moldes en nuestras familias, instituciones, etc., pero podemos ejercer un rol activo. Por eso es clave que la mujer reconozca el lugar que elije.

–Pero educamos y transmitimos moldes como “a las nenas, muñecas, y a los varones, autito”, “rosa y celeste”, “los varones no lloran”, etc.
–Justamente porque procesamos la información como una sociedad pasiva y repetimos porque la pasividad es más cómoda, es más fácil. Por el contrario, la actividad requiere que vos decidas, que tomes la responsabilidad, que pienses, analices y acciones. A los hijos podemos comprarles juguetes diferenciados y que, por ejemplo, el hijo varón juegue a ser papá y la nena a manejar un auto. Yo recomiendo también darles juguetes vacíos, en blanco, que generen creatividad para que puedan plasmar su propia proyección de la realidad en ese objeto y fantasear y crear un mundo. Los juguetes ya te imponen cómo jugar. También les digo, a los papás que no saben cómo jugar con sus hijos, que dejen que el niño proponga el juego. Si te da una taza vos hacé que le pones el té y la tomás, etc., y, también, si vas al cuarto a jugar con tu hijo ¡no mires el celular! ¡Porque después lo retás porque está mucho en la computadora!

–¿Qué lugar ocupa el juego en la niñez y en qué podrían ser determinantes, o no, los objetos con los cuales se les deja jugar?
–No es determinante, aclaremos, en el tema sexualidad. Eso de que si la nena juega a la pelota es “marimacho”, o al revés con los hijos varones, es un error pensar así porque la identidad sexual no se define por esto. Es determinante en que al nene se le enseña que no cambiará pañales y que la escoba no la va a agarrar nunca, entonces creás hombres que son egoístas y que no se les ocurre “colaborar”, ¡con perdón de usar este término! Porque no es una colaboración. ¿Qué te cuesta levantar los platos después del asado, si las mujeres hicieron las ensaladas y todo? ¡Y lo peor es que las mujeres tampoco lo dicen! Ahí es donde necesitamos un cambio de conciencia en hombres y mujeres.

–¿Cómo hacemos el cambio?
–Con la amplitud y posibilidad de que el niño pueda elegir con qué objetos jugar, entonces a nuestra hija mujer le compramos muñeca, camiones, etc. Y también le damos el ejemplo, así mi hija crecerá sabiendo que papá cambia pañales, la baña, va a las reuniones de la escuela, la entrega de boletines, etc. Eso produce un equilibrio en la familia, ya que la mujer no se siente tan sobrecargada, el hombre entiende lo que es lidiar con los chicos y estar cansado, etc. Y todo es una cuestión de igualdad.

–¿Esta teoría de igualdad rompe con el concepto de que la maternidad es natural e innata y distinta a la paternidad?
–Claro, porque una madre adoptiva también es el ejemplo. El tema es el vínculo. El hombre tiene un rol y, si puede generar el vínculo, desde que nace ese bebé hasta que crece, cercano, comprometido y amoroso, ¡es genial! Hay que darle una medalla a ese hombre porque logró meterse entre la mamá y el bebé.

–¿Las mujeres interferimos y terminamos siendo víctimas de nosotras mismas?
–Totalmente. Y no debemos explicarle al otro cómo hacerlo. Dejemos que aprenda. Recuerdo a mi marido cuando le tocó cambiar el primer pañal de Rufi, ¡se lo puso al revés! Yo morí de amor y le expliqué luego que si lo daba vuelta era mejor y más fácil; [entre risas] y también recuerdo la época que Rufi se babeaba mucho y él se quedaba cuidándola, cuando yo volvía a casa le había metido un montón de servilletas en el cuello adentro de la ropita. La tendencia sería cambiar a la nena pero yo entendía que a él se le ocurrió así para que Rufi no se mojara el pecho y listo. Cada uno hace lo que puede.

–El padre tiene un rol muy importante…
–Sí, porque el padre tiene el rol tan importante de arrastrarlo al mundo, de ayudarlo a separarse de los brazos de mamá. La madre es más temerosa: “¡Cuidado! No te subas ahí! ¡No te ensucies!”, etc., y el padre sale y vuelve con los chicos raspados, sucios y despeinados. Esto vale para cada etapa de la vida, desde el inicio.

–Como en la vida misma, más que romper con moldes de juegos… ¿es dar el ejemplo de crianza en igualdad?
–Es así porque es un plan de conciencia que se extiende a todos los temas. Porque uno aprende copiando, entonces, si queremos que nuestros hijos sean buenas personas, nosotros tenemos que ser buenas personas. Si quiero que el otro me trate bien, primero me pregunto ¿cómo lo trato yo? Y lo importante es generarles autoestima a nuestros hijos, porque esa es la base. Para ello, un buen camino es festejarles los logros, grandes o chiquitos. Dejarlos que hagan y no hacer todo nosotras por ellos, lo mismo con el marido.