Déjà vu

Arrancaron las clases. Como siempre, los de uniforme, todos a clase; y, los de guardapolvo, que esperen.

El vil metal decide siempre las oportunidades de muchos. La desigualdad en la educación cada vez es más notoria y se verá reflejado en las oportunidades de vida de cada alumno. Tengo 35 años; estudié y me recibí en instituciones públicas. Mis hermanos han estudiado y se han recibido en instituciones públicas también. Mis hijos concurren hoy en día a instituciones públicas. Todo esto ha sido por decisión propia, no por necesidad. Soy un férreo defensor de la educación pública de calidad (hechos, no palabras).

Vamos a filosofar un rato y pensemos que el Estado, siendo el producto de la organización política de la población, tiene entre sus principales obligaciones la búsqueda de la equidad, la promoción de la justicia social, la seguridad, la salud y la educación (obviamente, en países del primer mundo, no bananeros).

Este último punto entiendo que es el fundamental para poder tener un país con un desarrollo sostenible en el tiempo, el cual permita el crecimiento de su propia sociedad y pueda brindar igualdad de oportunidades a todos sus habitantes. Esto, en principio, es lo ideal. Ahora bien, los hechos contrastan este anhelo de muchos.

La educación es un derecho básico de la humanidad. No hay duda de que la educación y la cultura son herramientas clave para hacer frente a las desigualdades y son también catalizadores de desarrollo.

La humanidad se construye mediante la educación, donde cada generación educa a la otra, la convierte en heredera de las anteriores, y la prepara para continuar el proceso del desarrollo humano (suerte a las futuras generaciones de nuestro país que serán educadas por los que hoy no trabajan ni estudian pero hay que bancarlos mientras facebookean).

Creo que nos construimos con lo que nos rodea, somos pedazos de aquello que forma parte de nuestra cotidianeidad y la escuela forma, formó y seguirá formando parte del mundo de todos los chicos y niños. Me atrevo a decir que en las primeras etapas de nuestra vida nuestras relaciones se desenvuelven en torno a la familia y la escuela, y de alguna manera aquello bueno o malo que suceda allí nos marca por el resto de nuestra vida, en mayor o menor medida, dejando huellas en nosotros.

Es la educación la que forma a la gente que trabaja por el desarrollo del país. Una persona educada es una persona más productiva, más competitiva, y, por tanto, si todos los miembros de la sociedad cumplen ese perfil, la sociedad en su conjunto será más productiva y competitiva. Educar a la población es la mejor inversión (de eso no tengo dudas y varios que gobiernan deberían tomar nota y otros deberían agarrar más los libros). También podríamos decir que a muchos les conviene tener una sociedad burra, adormecida.

La educación hace que la gente sea innovadora, creativa; hace que la gente encuentre fácilmente soluciones a sus problemas. Pienso que, cuando la gente se educa, puede pensar y, de esta forma, puede discernir y elegir. Por eso, si todos tuviéramos las mismas posibilidades, podríamos elegir estudiar y educarnos, para finalmente poder ser libres, lo que en definitiva importa (para vos, zurdito trotskista).

Ahora bien, el país está muy lejos de esta situación. Tenemos la sociedad partida entre los que saben leer y escribir y los que no. Para poder tener una política pública eficiente de educación, es fundamental contar con toda la información posible, poder realizar un diagnóstico de la situación para luego poder tomar decisiones acertadas y fijar las futuras políticas de Estado. Obviamente, nada de esto se hizo en el pasado y, si hay algo en lo que no se destacaron ni Él ni Ella, fue en la educación. Si bien los fundamentalistas K van a vanagloriarse por los fondos destinados a construir escuelas inauguradas una y otra vez, la realidad es que la calidad de nuestra educación es mala. Las estadísticas así lo demuestran. Sean privadas o públicas, las instituciones educativas tienen mucho camino que recorrer. Tenemos que cambiar. La sociedad es una sola.

Si te molestó lo que leíste, recordá que el año pasado se realizó la evaluación anual Aprender (¿o desaprender?). Los resultados nos castigaron.

Esta evaluación recibió muchas críticas en su momento, obviamente, de los mismos sectores de siempre, los cuales, además de intentar denostar la evaluación sin siquiera haberla leído o entendido, no tuvieron mejor idea que apoyar tomas de algunas instituciones con chicos de 12 y 13 años que seguramente estaban en plena capacidad de entendimiento de lo que hacían. En fin, ya pasó, pero no hemos mejorado desde entonces.

Hoy volvimos a tener paro en el inicio de clases, y seguramente a lo largo del año volvamos a tener. Maestros, auxiliares, porteros, etc. Queremos crecer pero seguimos haciendo lo mismo todos los años. Esta semana, más de cinco millones de chicos no empezaron su ciclo lectivo, producto del enfrentamiento entre gobierno y docentes. Ambos son culpables, y siempre los rehenes son los alumnos.

La realidad es que, cuando tenés un contexto inflacionario, siempre el asalariado es el que pierde. Desde el gobierno que encabeza Mariú (el cual nuclea a la mayor cantidad de docentes), ofrecen un 15% porque Buenos Aires “tiene déficit”. (DSLPQTP.) Los gremios piden un 20% y cláusula gatillo. No tenemos paritaria nacional (decretazo democrático en enero), y tenemos a los mismos representantes de siempre, con las banderas políticas de siempre. Muy difícil avanzar. La discusión siempre es por plata, nunca por calidad. Esto ya lo vivimos.