Dime lo que comes y te diré quién eres

En mi entusiasmo por recorrer el camino hacia la satisfacción de mis curiosidades científicas como bióloga, sociales como docente, y personales como mujer, me he encontrado con muchos libros, personas, dichos, enunciados, leyes, corolarios y otras propuestas originales en ese sentido.

Ellos me dieron a veces respuestas a mis infinitos interrogantes. Sin embargo, una de las aseveraciones más impactantes fue la que un día, de manera muy generalista, le oí decir a mi hijo mayor, que “la vida es una ecuación”.

Quisiera citar hoy a Torwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke* quienes, en 1983 en uno de mis libros favoritos, escribieron que “por los alimentos y comidas que prefiere cada cual pueden descubrirse muchas cosas (dime lo que comes y te diré quién eres). Será un buen ejercicio aguzar la mirada y la mente de manera que, incluso en los procesos más rutinarios, podamos descubrir las relaciones –nunca fortuitas– que hay detrás de los fenómenos aparentes. Si a alguna persona le apetece algo determinado ello nos da un indicio sobre la personalidad del individuo. Cuando algo ‘no le apetece’ esta aversión es tan reveladora como una respuesta a un test psicológico. […] Quien tiene hambre de cariño y no puede saciarla manifiesta este afán en el aspecto corporal en forma de hambre de golosinas, que siempre expresa un hambre de cariño no saciada. De una chica guapa decimos que es ‘un bombón’. El amor y lo dulce tienen una estrecha relación. El deseo de golosinas […] es claro indicio de que no se sienten lo suficientemente amados. El que come caramelos anhela amor y seguridad. […] Las personas que realizan un trabajo intelectual y tienen que pensar mucho muestran preferencia por los alimentos salados y los platos fuertes”.

En mis salidas de observación de fauna silvestre por las áreas rurales de las zonas por donde me ha tocado deambular, me he dado cuenta de que, al igual que como sucede con los humanos, hay una notable asociación entre lo que comen los demás animales y su conducta y la forma en que se relacionan con sus semejantes, humanos incluidos, y con el ambiente. También me he dado cuenta de que en ese sentido no somos tan diferentes a un ave, un reptil, una liebre, un pez, un felino, o los demás simios.

*La enfermedad como camino, 1983.