El acoso callejero

Como una de las formas más naturalizadas y menos penalizadas de violencia de género, cae finalmente bajo la lupa de una sociedad que va despertando.

“Hey, mamita, cuántas curvas y yo sin frenos”, quedó en mi memoria como uno de los “piropos” más finos y menos vulgares que he recibido. “Hey, mamita, vení que te hago un hijo”, es uno de los que más he escuchado y repudiado. Y la lista sería muy extensa, como así también la tipología del acoso, que puede ir desde silbidos, frases con connotaciones sexuales, toqueteos corporales, exhibicionismo y persecución. Desde el movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá) se propuso investigar el cumplimiento de las leyes que amparan los derechos humanos de las mujeres y, en base a una investigación realizada, se presentó un informe titulado “Paremos el acoso callejero”, en abril de 2016 en el Congreso de la Nación. En el relevamiento, hallaron cifras alarmantes, tales como que el 100% de las mujeres sufrió un tipo de acoso a lo largo de su vida en la calle (de mayor a menor, bocinazos, silbidos, comentarios sobre su apariencia) y el 50% recibió un comentario sexualmente explícito. Al 47% de las encuestadas las siguieron en la vía pública y al 37% un hombre le mostró sus partes íntimas; el 29% fue tocada con intención sexual en la vía pública. Dentro de esas cuestiones, que llamaron poderosamente la atención, ni la niñez ni el estado de embarazo “inhiben” a un acosador de cumplir su propósito: el total de las mujeres consultadas dijo que entre los 9 y los 22 años habían sufrido su primera situación de acoso callejero (y el 15% vivió su primera situación de acoso callejero antes de los 13 años). ¿Hay más? Sí. Ninguno de los hombres que realizan este tipo de actos asume que es un acto de acoso contra las mujeres. Así, tras monitorear y medir el nivel de aplicación de la Ley 26.485, de Sanción, Prevención y Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres, en diez provincias, vieron la necesidad de seguir relevando información que permita poner en discusión la realidad de las mujeres, ya que, aún con el avance de leyes, muestra un estado de inferioridad y desigualdad de condiciones. “El acoso callejero es una de las formas más naturalizadas de violencia de género. Que nosotras pensemos estrategias para cruzar de vereda o vestirnos discretas para no llamar la atención, habla de la ausencia del Estado. El acoso limita nuestro libre caminar, como una forma más de violencia sexista”, explicó Raquel Vivanco, coordinadora de Mumalá.