Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.
La pandemia del coronavirus obligó a mantener cerrados por mucho tiempo los confesionarios y a virtualizar los sacramentos de la conversión, como el de comulgar dentro del ritual de las misas presenciales.
El distanciamiento, en todo caso, nos planteó a los creyentes el desafío de continuar la llamada de Jesús en la restringida vida cotidiana redoblando los gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, que la cuarentena potenciaba.
Asimismo, como “quedarse en casa” privó del contacto personal con la Iglesia, sacerdotes y beatos, nos alejó físicamente del ámbito que contiene el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos e inclusive el padecer la persecución a causa de la justicia.
La importancia que la confesión asume precisamente en esta época excepcional de flagelo humanitario, como es el Covid-19, ha sido objeto de un curso anual sobre el Foro Interno que organiza la Penitenciaría Apostólica, a cargo del regente de la Penitenciaría Apostólica, y fue llevado a cabo en el Vaticano, monseñor Krzysztof Nykiel.
En una entrevista publicada en L’Osservatore Romano, el prelado subrayó que “en momentos dramáticos de la historia, como el que estamos viviendo por la pandemia del Covid-19, se necesitan buenos confesores”.
Además, puso de relieve la importancia del ministerio de los confesores en tiempos de pandemia: la “del ministerio de la misericordia, la reconciliación como camino hacia la santidad, la inviolabilidad del secreto sacramental, la celebración personal y comunitaria del sacramento del perdón, y la importancia de la misericordia en el pontificado del Papa Francisco”.
Aunque la edición de este año (trigésimo primer curso) se celebró exclusivamente en modo telemático a distancia, ocuparon un lugar preponderante de la agenda los tres sacramentos que siguen a la conversión: la reconciliación para alcanzar la santidad, la penitencia para contar con un sostén continuo que dé impulso y vigor al camino hacia lograrla, ya que “Dios no se cansa de perdonarnos”, y la absolución dada por el sacerdote, que “nos permite levantarnos de nuevo, nos ofrece el perdón de Dios y la posibilidad de empezar siempre de nuevo”, concluyó.
Sin embargo, se abordó en el curso la necesidad de los pastores de afrontar una crisis más general del sentimiento religioso en algunas zonas del llamado mundo occidental, que va más allá de las coyunturales restricciones de la pandemia, y que se manifiesta por un cierto declive de las confesiones en los últimos años.
No sería el caso de América Latina, el continente africano y algunos países asiáticos, donde la fe cristiana crece, se extiende y con ella, naturalmente, la práctica de la confesión, sostuvo Nykiel.
En tal sentido, como antes de las Pascuas de este año, que ya llegan, se hace nuevamente presente la oportunidad de confesarse, recibir la absolución por los pecados y la reconciliación que congracia con el amor de Dios, el párroco de Pinamar, Marcelo Panebianco, dispuso de media hora antes de las misas para las confesiones presenciales, excepto en la sabatina de Cariló y la del domingo en Ntra. Sra. de La Paz, en que se harán al terminar el oficio religioso.
Coincide esta reapertura del confesionario en la parte final de la cuaresma de Pascua con la iniciación del ciclo de los catecismos en nuestra jurisdicción que profundiza los sacramentos a partir de los más chicos, mediante una didáctica y lúdica explicación de la doctrina cristiana.