El logro deportivo nacional revive el clamor para que al país le vaya bien

Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz

El histórico festejo popular del logro obtenido por la escuadra nacional de fútbol en el Mundial disputado en Qatar traspasó fronteras y desbordó todas las previsiones. Premió el esfuerzo, el tesón y el talento argentinos en una competición internacional y aunó al país entero detrás de una necesidad que es unánime, pero que la clase dirigente parece no entender: de que nos vaya bien.

En el discurso pronunciado en la mañana del 25 de diciembre, el papa Francisco dejó una sugestiva exhortación si se la contextualiza con la algarabía por el éxito deportivo cuya inercia se proyectó, inclusive, en los aprestos de la celebración navideña: “Vencer el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que hacen olvidar quién es el homenajeado”.

Antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, el Santo Padre recordó desde el balcón central de la fachada de la Basílica de San Pedro que Jesús “vino a estar entre nosotros en el silencio y en la oscuridad de la noche, porque el Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de voces humanas”.

Su nacimiento cada año renueva las ilusiones de los cristianos y acompaña esta instancia de alegría colectiva, pero ratifica a los fieles que deben seguir el ejemplo de los pastores de Belén y a dejar “que nos envuelva la luz y vayamos a ver el signo que Dios nos ha dado”.

“Salgamos del bullicio –pidió el Santo Padre–, que anestesia el corazón y nos conduce a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por nosotros”, advirtió.

Para recordar, en todo caso, que “nace en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y amparo”.

El mensaje no implica privarnos de ningún festejo ni dejar de disfrutar a pleno las satisfacciones, que son un recurso cada vez más escaso en el convulsionado mundo que vivimos.

Más bien insta a no olvidar el significado de fe y esperanza que entraña la venida del Niño Jesús, ya que, como dijo el obispo Gabriel Mestre, de la Diócesis de Mar del Plata, en su comunicación con toda la comunidad por la Navidad, “viene para acompañar nuestra vida cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como un niño indefenso”.

Dijo textualmente: “La imagen de este Niño, que es el Señor, el Mesías y el Salvador, nos habla de la humildad y la sencillez de nuestro Dios que nos invita en esta Navidad a crecer con su fuerza, su gracia y su poder, en humildad y sencillez”.