El padre

El domingo pasado fue el Día del Padre, y mucho se habla de la función materna, y a veces poco de la paterna.

Madre hay una sola, dicen… ¡Pero padre también! Y a esta frase podemos darle muchas connotaciones, pero esta vez quiero quedarme con la positiva.

Qué bueno tener un padre, un padre amigo, de esos que acompañan en la crianza a sus hijos, de esos que sacrifican horas de estar con ellos, de sueño, por trabajar e intentar darles un buen presente y, como se dice, un futuro mejor, darles lo que ellos no tuvieron, dicen a veces.

Pero, más allá de lo que se dice, se sabe que la figura paterna es muy importante; desde la psicología se sabe que la función materna es la que constituye al niño, y hablo de funciones, no de personas, de quien desarrolla esa función, y la paterna es la del límite. Quien debe establecer la ley. Dándole una marca a ese niño, que habla de las normas que habrá que respetar. De cómo se construirá ese niño, y luego cómo será de adulto. La imagen del padre se relaciona con la autoridad, que luego irá siendo instituida también en otras personas, como la maestra, y demás ámbitos donde ese niño se desarrolle.

Pensemos en lo que pasa si un niño no recibe los límites, no son establecidos por un adulto, quien cumple la función de padre. No le da a ese niño las normas sociales, que irá incorporando en su familia primero, y luego para poder vivir en sociedad. El trabajo del padre es arduo en ese sentido.

Es el padre quien acompaña a la madre en los momentos de nerviosismo antes de la llegada del bebé. Y luego en todos los momentos que debe atravesar la madre primeriza, y no tanto, de horas sin sueño, o falta de tiempo, que llegan por las horas de dedicación que insume un bebé los primeros meses. Es quien toma la posta para el cuidado del pequeño, y que la madre pueda tener “un momento de soledad” o un bañarse tranquila…

También es el padre quien, junto a la madre, se dedica al cuidado de los niños. Actualmente, la mayoría de las madres debe salir a trabajar fuera del hogar. Entonces cuidar a los niños, y responsabilizarse de ellos recae en ambos padres. Quizás uno más que otro tome las decisiones, pero conjuntamente enfrentan el día a día, de esta compleja pero hermosa tarea.

Hay padres que se encuentran solos para criar a sus hijos, o que, por el divorcio de la madre del niño, pierden la cotidianeidad. O tienen horarios limitados de visita. Se ven muchas parejas que se separan en malos términos; no estoy hablando de los casos de violencia, estoy hablando de los casos en que se paga con el tironeo del niño. En que se toma al menor de rehén, y lo vemos, pareciera que esa mujer no se hace cargo de que eligió a ese hombre como padre de su hijo, y viceversa. Perdiendo por completo el registro de que lo mejor es el bien del niño.

Mientras escribía esta nota, me enfocaba en los padres que conozco, en los padres que admiro, y son todos tan diferentes, pero creo que comparten el amor por sus hijos, el estar atentos a sus necesidades, y poder ser parte del mundo de los niños. Ver, por ejemplo, a un padre robusto bailando clásico con su pequeña hija habla del amor. Cualquier cosa pueden hacer para hacerlos feliz. Como participar de sus juegos, bailes o construirles una casita de juego. Todas las acciones que se realizan pensando en la felicidad del otro hablan del amor. Y el amor de un padre puede ser grande y glorioso.