El valor de la creatividad como competencia clave para vivir mejor

Por Fernanda Grimaldi. Lic. en Relaciones Públicas, magíster en comunicación. Coach y Directora de Lindo Comunicación.

A lo largo de la historia de la humanidad podemos identificar muchos personajes que sin duda se destacaron por su creatividad: artistas, músicos, científicos incluso políticos. Es innegable que la creatividad se pone a prueba en nuestra vida diaria porque es ahí donde seguramente al adaptarnos a lo impredecible y desarrollando una capacidad de respuesta y soluciones a problemas que muchas veces incluso están por llegar nos posibilite tener una vida más plena.

Desde el concepto de creatividad que propone Csikszentmihalyi, la creatividad no es solo un proceso mental sino que es la interacción entre los pensamientos de una persona y un contexto sociocultural. Es decir, el resultado de la interacción de un sistema compuesto por una cultura que contiene reglas simbólicas, una persona que aporta novedad al campo simbólico, y un ámbito de expertos que reconocen y validan la innovación. Desde esta visión la creatividad no es un proceso individual e interno exclusivamente, ni tampoco un rasgo personal o intrapsíquico sería lo que solamente determina si un sujeto es o no creativo. Sin embargo, es evidente que hay personas más creativas que otras y al igual que lo que sucede con muchas capacidades puede desarrollarse de la misma forma que se potencian otras habilidades. Y es también una actitud que implica una manera de afrontar la vida diaria que mejora la adaptación y calidad de vida de cada persona.

Así como existe el concepto de inteligencias múltiples desarrollado por Gardner, que sostiene que la inteligencia es un conjunto de capacidades específicas con diferente nivel de generalidad que se puede observar en ciertas prácticas diarias, hay autores que afirman que se podría hablar de múltiples creatividades. Esto implicaría que una persona puede ser muy creativa en un dominio o ámbito y nada innovadora y creativa en otro. Esta visión descartaría el concepto de creatividad en sentido tan amplio.

Más allá de las diferentes visiones, teorías y enfoques lo cierto es que siempre la creatividad enriquece la vida haciéndola más interesante. Daniel Goleman, autor del concepto de inteligencia emocional, en su libro “El Espíritu Creativo” sostiene que los momentos creativos son de vital importancia para todo lo que realizamos en cualquier área de la vida: relaciones, familia, trabajo, comunidad. Cuando asumimos un nuevo enfoque en lo que hacemos y da resultado, estamos poniendo en práctica nuestra creatividad y si de esa manera vamos más allá de la forma habitual de solucionar un problema y eso influye en los demás, nuestra creatividad adquiere una dimensión social que es vital.

Para Goleman el espíritu creativo no deviene de un momento especial, sino que se despierta a partir de librarnos de pensamientos que nos bloquean. Y cuando eso sucede ese espíritu creativo nos empuja a un estilo de vida en el cual deseamos innovar, explorar nuevas formas de llevar adelante tareas y convertir sueños en realidad.

Se habla siempre de mantener la mirada de los niños frente a muchas cuestiones de la vida. Y esto es porque nuestra experiencia de la creatividad en la infancia modela gran parte de lo que vivimos después en la edad adulta, desde el trabajo hasta la vida familiar. Por eso la clave está en no frenar o limitar ese espíritu creativo y como sociedad nuestra supervivencia dependerá en gran parte de nuestra capacidad de criar niños aventureros, curiosos, osados, observadores, capaces de solucionar problemas de forma innovadora. Si como sostiene Ken Robinson dejamos de ser creativos al crecer cuando, frente al riesgo, a la improvisación y a la equivocación que conlleva la innovación, los adultos penalizamos, estigmatizamos en la escuela y en la educación, y eso hace que alejemos a los niños de sus capacidades creativas, cabría preguntarnos qué estamos haciendo como sociedad para estimular y fomentar el pensamiento creativo si es el camino más evidente hacia nuestra propia evolución. Pongamos a prueba nuestra propia creatividad y hagámoslo posible. Es nuestro desafío más importante.