En busca de la identidad

Un paso importante en la identificación de restos de soldados argentinos que perecieron en las islas se pudo concretar a fines de 2017. El veterano de guerra Ricardo Castro hace consideraciones acerca del tema.

A principios de diciembre pasado, el Comité Internacional de la Cruz Roja elevó un informe a los gobiernos de Inglaterra y Argentina, donde detallaba la identificación de 88 soldados enterrados en el cementerio de Darwin, merced a una acción conjunta para determinar su identidad.

Los restos se encontraban enterrados bajo la leyenda “Soldado argentino solo conocido por Dios”. El trabajo de los expertos terminó con parte de la pena de los familiares y con una búsqueda que parecía imposible de concretar con éxito.

Con relación a la leyenda, el veterano de guerra Ricardo Castro señaló: “Este nombre fue colocado por los propios ingleses en el momento de concebir el cementerio. Esto parte porque muchos no poseían la chapa identificatoria. Esos términos los utilizaron los ingleses y cuando en el 2009-2010 se inauguró el cementerio de Darwin con las reformas donde se pusieron las placas con los nombres de los 649, la comisión de familiares que está a cargo de la mantención del cementerio al poner las placas de mármol decidieron continuar con lo que los ingleses decidieron poner como nombre, ya que no se sabía quién estaba debajo de cada placa, así que compartieron y dejaron ese nombre. Hoy ya se ha podido identificar a 88 compañeros, entre los cuales tuve un amigo muy próximo, y ahora, el 26 de marzo, después de tantos años, se va a hacer nuevamente un viaje de visita, donde van a participar aproximadamente 180 familiares, entre ellos algunos de los 88 que han reconocido en este tiempo”.

El camino se ha iniciado y eso es más que positivo; por lo menos muestra un clima un poco más amigable en un terreno que luego de la guerra fue por demás hostil. Ese trayecto trae la esperanza de nuevas identificaciones.

“Para quien pudo recuperar o saber dónde están los restos de sus hijos es importante porque van a poder terminar de hacer su duelo y el reencuentro de al menos poder saber dónde están; antes no lo sabían y calculo que debía ser duro. Y, después, aquel que no tuvo la suerte o que nuestros padres están grandes, tomaron distancia o fallecieron, eso fue mucho más duro porque se lo llevaron consigo mismos”, amplió.

El tema de la chapa identificatoria sigue girando en el temario abordado durante la charla. Castro la tenía, pero estaba en blanco. El Ejército no había hecho tiempo de imprimirla. No obstante ello, recuerda que allí debía figurar el número de DNI y el grupo sanguíneo. Su chapa solo tenía el escudo argentino y nada más.

Es una medalla redonda de aluminio, con una línea de puntos en el medio con un troquelado como para partirla. Al soldado caído se le saca la que tiene la cadena, se parte la medalla, y en algún lugar del cuerpo se pone la otra mitad; por ejemplo, en la boca, y queda ahí identificado para saber de quién se trata al momento de ser hallado. De esa manera, fueron ubicados los que tenían la identificación, y los otros, no.

“También han sido identificados porque se encontraron objetos personales. Después, con el ADN, se han recuperado otros. Al principio hubo un poco de problemas porque se filtraron algunas fotos y ahí es donde hubo un pequeño malestar en familiares y asociaciones de veteranos, porque había una foto donde se veía una excavadora y no se tendría que hacer así, y si lo hacían con eso se podían hasta mezclar los restos. Se filtraron las fotos (no sé si se encontró al culpable). Se produjo un malestar y después no se filtró más nada”, detalló.

Participaron del trabajo científicos argentinos, mexicanos, chilenos. Por la Cruz Roja, también intervinieron otros países.

La amistad, por sobre todo

El Regimiento 7 de Infantería, donde estaba alistado Ricardo Castro, fue el que tuvo menos bajas: 37 en total. En su gran mayoría, se trataba de jóvenes que se incorporaron el 20 de marzo de 1981 y que provenían de la zona sur del conurbano: Lomas de Zamora, Banfield, Florencio Varela, Berazategui, Quilmes…

“A mí me tocó hacer el servicio militar con un compañero de escuela del secundario que casualmente vive en Cariló. Nosotros nos conocemos desde la secundaria. Nos tocó ir al servicio militar juntos, en la misma compañía, y el destino quiso que fuéramos a Malvinas y allí estuvimos en diferentes lugares: él estuvo donde estaba la logística y yo más en primera línea, y como sabía que yo no estaba bien alimentado, él siempre guardaba algunas cosas en su carpa para mí, así que gracias a él fue que en algún momento pude tener alguna extra”, concluye Castro, en clara alusión a su amigo de toda la vida, el conocido vecino “Beto” Madrazzo.