¡Feliz día, mami!

De todas las frases y palabras lindas que dicen mis hijos por estos días (y que –obvio– nunca me canso de escuchar) me hace ruido una: “¡Quiero viajar mucho juntos por el mundo, mami!”

¿Les cuento? No son pocos los días en los que me pregunto: “¿Y si me salgo del sistema? ¿Y si nos vamos a recorrer el mundo? ¿Cómo? ¿Y si no importa el cómo y vamos fluyendo y sale bien? ¿Y qué hago con la educación de los chicos? ¿Y qué mejor educación que esa misma experiencia?”. Tampoco son pocas las veces que lo debatimos entre amigas y cada una tira lo suyo. “Que es una fantasía que termina en locura”, “que el sistema te contiene del caos”… Y me pregunto: “¿No es el sistema ya el caos? ¡Claro, hay otro modo de viajar pero es muy caro!”. Y así… sigo trabajando con mis pensamientos, midiendo mucho mis acciones y palabras porque soy consciente de lo que influyo en mis hijos… soy más consciente de ese impacto… desde que fui madre.

De todas las cosas que hago, muchas me gustan y ser madre… ¡no siempre! Elegí serlo. No me pregunten si por instinto o cultura, porque creo más en la última. Cómo no creer si me vendieron la publi y el marketing de la maternidad feliz desde chiquita. Pero nadie nos dice que puede ser frustrante también muchas veces y que no es para todas las mujeres. Pero, una vez que sos madre… ahí claro que valen las típicas frases cliché que son exactas: “La maternidad te cambia la vida para siempre” o “es un camino de ida, porque el amor de madre es lo más grande que hay”. Y sí… también ¡lo más contradictorio! Desmitifiquemos un poco.

Como madre, a veces quiero salirme por un rato de ese estado (siempre que sea un rato y sepa que vuelvo). Cuando eran babys y no dormía de noche, ni quiero recordarlo. Cuando su energía supera la mía y ponen al límite mi tolerancia, se me olvida el estado zen. Cuando se pelean, se celan, compiten o me cuestionan que quiero más a uno que a otro, ¡quiero salir corriendo! Recuerdo a mi madre, que decía: “Hijos chicos, problemas chicos; hijos grandes…”. Cuando los tres tienen actividades distintas al mismo horario, cuando salen de la escuela o jardín y los tres chillan porque quieren invitar a amiguitos o ir a la casa de… (¡todos los días a la vez los tres!) y cuando siento culpa de madre por… bueno, esta lista la pueden completar en sus casas (tarea para el hogar, chicas: ¡liberarse de la culpa!).

¡Soy madre divorciada y eso le pone más aditivo a la cosa! Como muchas madres, corro toda la semana, me divido terrible o exitosamente (como puedo) cada día para que mis tres hijos hagan sus cosas, escuela, jardín, gym artística, batería (y yo, de taxi), además de “mis actividades” (o lo que queda para ellas), trabajar, estudiar, mantener la casa, la economía, etc., etc., etc. Sí, me dicen correcaminos, pulpo, leona, mamá elefanta, y todo el zoo junto, pero ¿saben qué? ¡Solo quiero ser una mariposa! ¡Eso! ¡Y después no me pregunten por qué soy feminista! Miren alrededor suyo, nada más: no necesitan ver mujeres separadas, ¡las bien casadas también cargan con todo! ¡Hoy, siglo XXI, año 2017! (A veces escucho por ahí: “Cada día hay más hombres que colaboran” (¡co-la-bo-ran!). A lo que respondo: “¡Hay, qué bien! ¡Pero qué suerte tenemos las mujeres! ¡Aplausos! ¿Saben una cosa, hombres bellos? No es colaboración lo que ustedes hacen si se ocupan de “nuestros hijos”, es responsabilidad compartida, 50 y 50. Y cuando la cosa funciona así… ¡les aseguro, mamis más felices, mujeres más amantes, etc.! ¿Capisce?

De todo lo que amo hacer, puedo hacer una lista: amo ver, escuchar, sentir, oler, tocar… a mis hijos cada día y lo mismo con todo lo que me rodea. Amo escribir y leer (no importa el orden). Amo la música y el silencio. Amo bailar. Amo el arte en todas sus expresiones. Amo compartir con mis amigas/os. Amo viajar. Amo aprender cosas nuevas. Amo hacer el amor. Amo a mi familia de sangre, con todo lo que me dolió. Amo al padre de mis hijos, con todo lo que pasamos y aunque hoy no elijamos estar juntos. Amo a quienes elijo a mi lado. Amo a la gente que ama y da. Amo a los niños del mundo. Amo trabajar de lo que amo. Amo el amor y la bondad. Son el camino, siempre lo supe.

Ser madre no es todo lo que soy. Ser madre enriqueció lo que soy. Con mis luces y mis sombras. Ser madre no es un destino o elección para toda mujer (¡insistamos con las adolescentes, por favor!) porque la entrega es total, corre tu eje de lugar (hasta volver a reacomodarlo) y no es el cuentito con moñito que nos contaron de la maternidad.

Ser madre, para mí, es entrega desorbitante, paciencia alucinante, aprendizaje constante y claro que amor indescriptible. Ser madre me permite descubrir otras mil miradas del mundo, de la vida, de mí misma y de los demás. Y aquí es donde nos digo, chicas:

¡Feliz día y vida, mami! ¡Vale el esfuerzo!