Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz
El Vía Crucis propone casi siempre la contemplación de la Pasión del Señor desde su condena a muerte hasta su sepultura, mientras que el Vía Lucis, al que definen la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, abarca los 40 días que van desde la Resurrección hasta la Ascensión a los cielos.
La estación número 14 del viernes santo es en la cual el cuerpo de Jesús termina en el sepulcro tras haber transitado por las otras 13, desde que es condenado a muerte hasta que arriba al Monte Calvario cargando la cruz en la que habrá de ser crucificado.
Representa el camino completo del Vía Crucis hasta entregar su vida y pedirle a su Padre Todopoderoso que perdone a los malvados.
La tristeza, el dolor, tiñen de luto, ese derrotero de la Pasión del Señor y la aceptación del suplicio al que es sometido antes de su muerte.
La Pascua es la contracara: la felicidad, la alegría, de los apóstoles que corren la voz de su Resurrección, sobre la cual se construyó la fe que dio origen a la Iglesia.
De ahí que en algunos de los rituales modernos se agregara una estación número 15, con su regreso a la vida de entre los muertos.
El papa Francisco presidió en el Coliseo el Vía Crucis, que constituye un ejercicio de piedad, al que en esta oportunidad se le incorporó un abrazo de paz en tiempos de guerra.
La estación número 15 del Vía Crucis se convirtió en la número uno del Vía Lucis, que quiere centrar nuestra atención en los acontecimientos de gracia que ocurrieron desde la Resurrección de Jesús hasta el Don de su Espíritu Santo, en Pentecostés, que es cuando su alma asciende a los Cielos.
Los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos que en el Bautismo, sacramento pascual, pasan de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia. El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, per crucem ad lucem.
Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en el plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.
En una sociedad que con frecuencia está marcada por la “cultura de la muerte”, el Vía Lucis es un estímulo para establecer una “cultura de la vida”, una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.
Francisco declaró que “cuando se usa la violencia ya no se sabe nada de Dios, que es Padre, ni tampoco de los demás, que son hermanos. Se nos olvida por qué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas. Lo vemos en la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo. Sí, Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos”.
El sábado próximo a las 18.30, en la capilla Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Cariló, la parroquia llevará a cabo el Vía Lucis, que, al igual de Vía Crucis, consta de 14 estaciones en las cuales se despliega la liturgia de los cincuenta días del Tiempo pascual, comprendidos entre el Domingo de Pascua y el de Pentecostés.