Hace ya un tiempo que vengo pensando en...

Hace ya un tiempo que vengo pensando en compartir el concepto que me lleva a escribir la columna de esta semana. Algo que, creo, es importante.

Éstos últimos meses algunos amigos de Pinamar nos han dejado para pasar a mejor vida. Particularmente esta semana, como todos sabemos, el gran intendente nos ha dejado. Todos, pinamareses de pura cepa. Seguramente mucha gente no comprenda la importancia de esto ni tampoco sepa quiénes nos dejan año a año al irse de este mundo. Entiendo que muchos de los que deben tomar decisiones no tienen raíces pero, nosotros, que hemos sido criados acá, conocemos y sabemos lo importante que han sido todos los pioneros de este pueblo que, con mucho trabajo y dedicación, han logrado que Pinamar sea lo que es hoy. O, mejor dicho, han logrado llevar a Pinamar a donde supo llegar en sus mejores momentos. Claramente, Pinamar le debe mucho a Blas, porque, independientemente de las cuestiones políticas que siempre en toda sociedad están y estarán presentes, es innegable que hoy podemos disfrutar de nuestro principado, en gran parte por lo que él hizo. Con errores, pero con muchos más aciertos. Gracias. Todo tiempo pasado fue mejor y esto es el claro ejemplo. Entiendo también que todo nuestro crecimiento y desarrollo como pueblo también se lo debemos a cada uno de nuestros pioneros y nunca debemos olvidar (memoria, muchachos). Cuánta gente hay en Pinamar, de 60, 70 u 80 años, que hace muchas décadas vive aquí, y sin embargo para muchos parecería que no existieran. Un detalle a tener en cuenta es que la cultura y la participación política de los adultos mayores de nuestro país están marcadas por los acontecimientos históricos del último siglo. Con este telón de fondo, toda actividad política, en ellos, está influenciada por sus vivencias en esta etapa (algunos lo llaman experiencia). Habiendo nacido en este principado y siendo descendiente de una familia pionera con más de 60 años en Pinamar, es que intento encontrar algún argumento válido para poder analizar y comprender la situación política, económica y social que estamos viviendo (grieta o no grieta, hay bandos y, también, bandidos). Obviamente, nuestra situación también es en parte una consecuencia de lo que sucede en el país, pero eso no puede ser bajo ningún concepto una justificación. No lo fue para los pioneros hace 70 años y no lo puede ser para nosotros ahora. No podemos ser tan bol#$$(@@!… Es de un simplismo casi de ignorante buscar culpables en otros lugares y eludir nuestra responsabilidad como ciudadanos. Nosotros tenemos todos los medios y recursos para poder estar mucho mejor que lo que estamos hoy. Por supuesto que vamos mejorando día a día y se nota en la calle. La actualidad en relación a muchos de los resultados electorales que vivimos los últimos dos años es que fundamentalmente han sabido capitalizar lo que el electorado estaba exigiendo desde hace un tiempo. Ofrecieron algo nuevo, contado de forma distinta con claros mensajes positivos, planteando un cambio, y presentaron gente nueva y joven en la política (comparado con los gordos K, los sindicalistas y La Cámpora, no había mucho para pensar). Y es en este punto donde creo que se está cometiendo un error, que puede generar consecuencias irreparables, por el momento que estamos atravesando.

Soy un ferviente defensor de la meritocracia, ya que entiendo que es el único sistema capaz de obtener conquistas con base en el merecimiento y el esfuerzo, en virtud del talento, la educación, la aptitud y la experiencia de cada persona (todos podemos crear nuestras oportunidades). Si bien hay funcionarios y concejales que no reúnen ninguna de éstas, justamente experiencia es de lo que estamos careciendo hoy. Nos damos el lujo de dejar de lado a aquellos que podrían darnos ese salto de efectividad y eficiencia que tanto necesitamos. La meritocracia permite crear una sociedad justa, ya que todo lo logrado por las personas es por sus esfuerzos y méritos a lo largo de su vida, y no por otras causas, como su apellido, poder de su chequera, religión o política o amiguismo (que lo hay, y mucho).

No basta con tener buena formación académica, haber sigo graduado con honores (igual aceptamos a los burros) o ser heredero, también es necesario tener gente con experiencia. Hay que buscar gente que conozca de historia, que sepa lo que pasó y cómo se transitaron los últimos 70 años de nuestra ciudad. Gente que haya viajado por el mundo y entienda el futuro que se aproxima. No pensemos que con redes sociales, comunicación selectiva y cierta dosis de soberbia se va a poder gobernar y dirigir nuestro municipio. No pudo ninguno de los anteriores. Creo que es un error garrafal. Menos Facebook y más pasaporte, humildad e historia.

Debemos generar equipos de trabajo multidisciplinarios pero con bases sólidas. Esas bases no son sólo de libros. Debemos recurrir a los vecinos y pioneros que construyeron lo que hoy disfrutamos y que necesitamos conservar. No tiene que importar de qué cuadro sean, de qué religión o qué partido político los atrae más. Lo que me importa es de dónde viene, y hacia dónde va. Qué hizo en el pasado y qué quiere para el futuro. Basta de chamullo barato y de subestimar a las personas. Si no cambiamos esta situación, no vamos a salir adelante. Tengamos presente esto cuando se formen las listas. Cuando se formen los gabinetes y cuando se invite a determinados actores a participar de política por una mera especulación.

Hemos visto cómo buena gente capacitada y con la experiencia en sus hombros fue dejada de lado en cada cambio de gobierno. Esto siempre fue así. La historia se repite y siempre somos testigos invisibles. Tenemos áreas que hacen agua por todos lados y quienes las dirigen no se dejan ayudar, ya sea por vergüenza, orgullo, soberbia o incapacidad.

La historia es quien nos recuerda que debemos ser mejores que lo que somos, basándonos en las personas que nos antecedieron. Blas fue un claro ejemplo. Desde que dejó el gobierno, todo lo que vino fue peor. Nos metimos en un pozo del que nos va a costar mucho salir. Por eso creo que no debemos dar la espalda, si queremos construir sobre bases sólidas y fuertes. Cuanto mayor sea la experiencia acumulada, menores serán los costos por errores de transitar nuevamente los mismos caminos una y otra vez. La curva de aprendizaje se aplica en todas las ramas de la administración, incluida la administración pública. Tenemos la suerte de estar marcados por muchas cicatrices que, si sabemos leerlas, nos enseñarán el camino correcto.