Honrar el compromiso asumido

Marcelo Hernández es artesano, y es uno de los artífices de que la sala municipal luzca renovada. Junto al resto del equipo, es el responsable de la actualización del espacio.

Uno de los méritos que uno puede destacar de la Dirección de Cultura es que al cabo de un par de años se conformó un equipo de trabajo sin necesidad de mover muchas piezas. A raíz de ello surgen situaciones como la remodelación del Teatro de la Torre, donde el papel de los trabajadores del área dio un resultado altamente satisfactorio.

Una persona que tiene voz de mando no solo es formadora de equipos, a partir del liderazgo, sino también es quien da las libertades necesarias para que cada uno pueda cumplir con su rol.

Sandra Abzac, directora del área, nos manifestó luego de la inauguración de la sala: “Marcelo se puso al hombro el trabajo que había que hacer”. Se refiere a Marcelo Hernández, a quien conocimos a partir de su talento para la talla en madera y otras expresiones plásticas.

Luego de recordar su trayectoria ligeramente, entrevistamos a Hernández, quien, además de “hacer” mantenimiento en el teatro, está al frente de su taller de escultura.

“A los que nos gusta la artesanía nos rebuscamos un poco con todos los oficios y yo creo que acá encontré el trabajo ideal, porque esto de hacer el mantenimiento del teatro significa una variedad de rubros que estamos tocando todo los días; estamos haciendo, deshaciendo, improvisando, creando y generando cosas. Si bien no tiene tanto que ver con la parte artística, en algo se relaciona porque a veces hay cosas que no las sabemos y nos tenemos que imaginar, tenemos que preguntar y tratar de solucionarlo”.

Marcelo entiende que hubo un compromiso en ver la sala terminada y que en consecuencia se cumplió. Recuerda que en el momento de desmantelar todo aparecieron todos los arreglos a medias que se fueron realizando a lo largo de los años, pero no considera que estaba todo mal.

“Así que al desarmar la sala nos encontramos con que había bastante por hacer de la parte eléctrica. Si bien no estaba mal hecho, lo que había tenía muchos años de desgaste, había pérdida de corriente, habían cosas que hacen a la seguridad, no solo de la sala y el público, sino también del personal. Entonces empezaron a aparecer cosas y nos pusimos la meta de tratar de solucionar la mayor cantidad de cosas posibles. Eso se logró en un gran porcentaje y ahora están quedando detalles porque por el tema de inaugurar tuvimos que terminarla casi sobre la hora y siguen apareciendo cosas, no delicadas, sino chicas, que dejamos pasar, que se pueden resolver con la sala abierta. Tratamos de hacer lo más grande, para lo que era necesario la sala cerrada. Éramos muchos trabajando. Esto dependía de varios rubros. Había un herrero, que hizo un trabajo excepcional con el bastidor de la pantalla. Ese trabajo había que combinarlo con lo que estaba haciendo yo con el telón. A su vez, habíamos terminado de colocar butacas con las alfombras y era todo a último momento y venían llegando cosas y veníamos colocando. El telón de fondo se colocó en la mañana antes de abrir y para instalar la pantalla ayudamos a la gente del INCAA la mañana del día siguiente día del estreno”, repasa.

Es como que luego de los trabajos se produce un sentimiento de pertenencia y surge la necesidad de cuidar el espacio, de vigilar que nadie pegue un chicle en la alfombra nueva y que el público no ingrese con comida.

“Esto va saliendo. Por ahí algunos tenemos más coraje. Y yo, por el hecho de ser artesano, manejo varios rubros; si bien no soy especialista, si hay que soldar, lo hago; con la parte eléctrica no tengo problemas, ya que trabajé diez años en CALP, y acá hace falta mucho de obra. Si bien yo no sabía cómo se colgaba un telón, con el conocimiento de Juan Ferreira y el mío para soldar, hicimos una parrilla para que suba y baje; con la parte de sonido Rodrigo Silva me explica distintas cosas. Yo con mi oficio y ellos con su experiencia, van saliendo las cosas”, agrega.

Caber preguntarse dónde quedó aquel artesano virtuoso que vimos una vez tallando una enorme puerta de madera. La pregunta entraña una respuesta profunda: “Está un poco guardado en el rincón. Todavía tengo alumnos, sigo dando los cursos de talla en madera. En lo personal, no hago nada; no sé si estoy decepcionado pero es una etapa que tengo que pasar. En este momento no hay tiempo ni tampoco tengo el entusiasmo de alguna obra. Por ahí surge alguna y la haré; pero, por las mías, no sé si tengo ganas”.