La máquina de ser feliz

Es muy probable que la definición sea la apropiada para la cámara de Maximiliano Vernazza, quien expone en un hotel pinamarense parte de las imágenes del mítico Charly García que registró en sucesivos encuentros, para la revista Gente.

Entre los distintos personajes que le tocó fotografiar a Maximiliano Vernazza, como reportero gráfico de la revista Gente, la imagen de Charly García es una experiencia excluyente. Es que la personalidad del músico pareciera ser desequilibrante, tanto como para un periodista como para un fotógrafo.

Creador de páginas inolvidables de nuestro rock y líder de alineaciones musicales históricas, es muy probable que la superficialidad de cierta parte del público lo relacione más con excentricidades, tal cual ocurre con otra figura, como Marta Minujín, a quien más se la recuerda por el Instituto Di Tella y la época del happening que por su obra monumental.

Lo cierto es que, hace 20 años, a Vernazza lo convocaron para sacarle fotos a García y con su puesto recién asumido en la Editorial Atlántida se mojó las cejas y aceptó el desafío con su cámara y sus ganas.

A partir de ahí se creó un vínculo entre ambos, del cual quedan como testimonio fotos y momentos, charlas y situaciones. Hoy, a dos décadas, Vernazza expone parte de su obra en el hotel Terrazas al Mar, en Pinamar.

“La muestra se llama Charly y son 20 años fotografiándolo. Todo empezó por una nota de la revista. Hacía dos meses que estaba, se habían peleado y sale una reconciliación: 8 de la noche, el periodista ya estaba llegando; entonces llamaron urgente al fotógrafo y el único que estaba en la redacción era yo, el nuevo. Se miran el director y la jefa de fotografía y se preguntan: ‘¿Qué hacemos?’ No queda otra, tenía que ir porque no había otro. Así que, con mil recomendaciones, fui a la casa de Charly. A mí no me gustaba su música. Obviamente, sabía quién era pero escuchaba punk. Nada que ver. Así que, con todas las recomendaciones, iba en el taxi y pensaba: ‘Lo peor que me puede pasar es que me rajen en el laburo’. Pero, esa vez, la verdad que estuvo buenísimo porque apenas entré no podía creer al lugar que estaba entrando. Las paredes, totalmente pintadas. Me sentaron en un sillón azul todo roto. La alfombra era gris, totalmente manchada. De repente sale la mucama con uniforme negro, de pintitas blancas, enchufó la aspiradora y se puso a limpiar la alfombra. Me hace levantar los pies y yo pensaba: ‘¿Qué limpia esta mujer, si esto es un asco?’. Al rato sale él. Le hago un par de fotos con el flash en cámara y me dice: ‘¿Necesitás armar algo?’. ‘Si puedo, sí’. Entonces armé un flash de estudio con un paraguas. Yo tenía un alargue muy largo y lo puse. Mientras yo estaba armando, él se sienta y la anécdota de esa foto, la primera que le saqué, es que él se sienta a ver un video de Prince en un televisor de esa época con un mueble gigante, con videocasetera, hago un disparo y me mira: ‘¿Ya está?’. En esa época se trabajaba en diapositiva en la revista. Se para, se va contra la pared y me dice: ‘Sacame acá’. Entonces yo iba con el flash en una mano y con la cámara en la otra. Como había calculado la luz, ponía la distancia que yo sabía y un disparo. Sale corriendo: ‘Ahora sácame acá’. Y corrimos por todo el departamento. En un momento me dice: ‘Me aburrí’. Así que guardé mis cosas y chau. Fueron dos cosas. Al mes salió otra nota y el jefe de prensa de esa época, Francisco Sardá, pide al de ‘rulos’; o sea, algo se había generado. Yo también, cuando salí de ese lugar me hice fanático de él; era entrar a un lugar que era un delirio”.

Como protagonista de la cultura de nuestro país, a Charly siempre le gustó que su imagen apareciera en una revista emblemática de nuestro país. Así comenzó el seguimiento a recitales, a su casa y el comienzo de una amistad, que dura hasta la actualidad. Una relación de 20 años con un artista más reposado y un fotógrafo con menos rulos.

“Yo no tomo conciencia de los momentos en los que estuve. Tal vez lo tenía sentado al lado, tocando el piano, y la gente tal vez hubiera dado cualquier cosa por estar en esos momentos. Para mí, profesionalmente, fue todo, porque mi oficio lo hice paralelo a él. Algunas de estas fotos se publicaron y otras no. La fotografía es mi vida: miro muestras, tengo cantidad de libros, hago talleres con fotógrafos que me interesan, mezclo lo laboral y lo personal, y acá pude hacerlo, me llevó tiempo, pero pude unir lo profesional con lo personal y documentarlo durante tantos años”, concluye el fotógrafo.

Esta muestra incluye solo 15 ó 18 fotos y permanecerá abierta durante enero y febrero en Avenida del Mar 1124, Pinamar.