La medicalización en la infancia

Hace unas semanas fue el encuentro en el CIC con la Lic. Patricia Saks; como ya les comenté en su oportunidad, es miembro titular de la Sociedad Psicoanalítica Argentina, y se acercó a Pinamar a brindar una charla sobre la actualidad del psicoanálisis en las instituciones. Ella se dedica a atender a niños en su consultorio, y casi toda la charla rondó alrededor de dicha temática.

Uno de los temas tratados fue, lo que a nuestro parecer preocupa, el crecimiento de la medicalización.

Una psicóloga presente, que cumple tareas desde hace más de veinte años, comentaba que antes los padres se enojaban si se les recomendaba medicar al niño; ahora hay quienes lo piden, tanto ellos como el personal de algunas escuelas…

Puede ser que tenga varias explicaciones: el crecimiento de la industria farmacéutica, el avance de la ciencia alrededor de esta industria millonaria, la aceptación cada vez mayor por parte de la sociedad de las drogas legales. Si prestamos atención, veremos que los medicamentos se han incluido, o se intenta por lo menos, en el día a día. Con las publicidades, que nos invitan a tomarlos para estar siempre listos, cual scout. Lo cierto es que no podemos estar así y, si lo pensamos un instante, nadie sabe a ciencia cierta… o no se conocen… los efectos que el día de mañana podría tener en esos niños devenidos en adultos el uso de fármacos durante su infancia.

Quizás algunos piensan que exagero, y, a partir de las cifras publicadas del consumo actual de medicación por niños, puedo asegurar que no es exageración. Ya lo verán…

Extraigo del texto La maquinaria patologizadora y medicalizadora de la infancia: “Investigaciones en diferentes países dan cuenta del aumento de niños diagnosticados y medicados por diferentes trastornos, sin que haya ninguna comprobación científica al respecto, y que en definitiva ponen en evidencia la falta de voluntad política para resolver los desafíos que nos presenta la infancia actual”.

María Noel Míguez (2011), investigadora uruguaya, sostiene que alrededor del 30% de los niños uruguayos, de las escuelas que fueron relevadas, está siendo medicado con psicofármacos. El Ministerio de Salud Pública de ese país no tiene cuantificado el consumo de psicofármacos, sin embargo es el encargado de proporcionar las medicaciones a través de sus planes de salud. Las estrategias difieren según el contexto económico-social de proveniencia de los niños. La medicación de niños de contexto crítico se calcula entre un 15% y un 20%, pero lo más significativo es la mayor derivación a educación especial de estos niños; allí un 80% de los niños son medicados. En estas escuelas los alumnos comienzan a ser medicados cada vez desde más pequeños, cada vez con dosis más fuertes y además empieza la reducción horaria, se le hace el pase a escuela especial y finalmente termina siendo un niño o niña con problemas de conducta –por cuestiones contextuales– en una institución especial, en una situación de discapacidad, sin tener ninguna deficiencia. Asimismo, en el contexto privado ocurre un fenómeno diferente: se sobre-exige académicamente a los alumnos y muchos niños no pueden responder a ese ritmo académico, por lo tanto la medicación se utiliza para que puedan seguir siendo productivos y reproducir la lógica de mercado.

En Argentina fue registrado un aumento del consumo de Metilfenidato desde 1994 al 2005 de 900%. En las zonas de mayor poder adquisitivo hay colegios que tienen hasta un 30% de chicos medicados con psicoestimulantes.

La doctora Faraone y su equipo realizaron una investigación en todo el país. El Departamento de Psicotrópicos y Estupefacientes de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) proporcionó datos sobre importación de metilfenidato correspondientes al período 2005-2008, donde se aprecia un significativo incremento, de 47,91 kg en el 2007 a 81,75 kg en el 2008. Se halló como dato relevante el uso del fármaco como medio para la construcción diagnóstica. Esto quiere decir que, en numerosas ocasiones, los niños son medicados con psicoestimulantes y se les dice a los padres que, si ven que sus hijos están mejor, esto significa que el niño tiene TDA-H. Por supuesto, es una falacia, ya que, de acuerdo a la sensibilidad a la droga, muchos sujetos cambian sus niveles atencionales cuando consumen el medicamento.

En Chile el crecimiento de niños diagnosticados por TDA-H fue de un 253% tan solo en el año 2012. El dato significativo es que esto ocurrió luego de que el gobierno pasara a aumentar en un 196% la subvención escolar para aquellos institutos que tengan alumnos con diagnóstico de TDA-H.

En Brasil, la venta de metilfenidato en farmacias pasó de 71000 cajas en el 2001 a dos millones de cajas en el 2010, según datos del instituto de Defensa de los Usuarios (Moysés y Collares, 2011).

Estos fármacos se están utilizando en la infancia para controlar las conductas de los niños y adaptarlos a un sistema, que en su estructura central no ha variado en los últimos tres siglos. Continuamos educando con métodos del siglo XIX a niños del siglo XXI.

Como se puede observar, este es un problema que excede ampliamente la cuestión de por qué un niño no aprende, no se comporta, o no se queda quieto en la escuela, como se espera. Tampoco es una cuestión que atañe sólo a las políticas en salud y/o educación de un único país. Lo que preocupa especialmente es la banalización y generalización del consumo de psicofármacos, a nivel mundial, en la infancia y los intentos de simplificación de problemáticas tan complejas.