La pandemia original

Por Hernán Toso.
Docente de la Tecnicatura Universitaria en Salud Mental de UADE Costa

Todo comenzó con los hombres de Neandertal o de Cromañón. Quienes han investigado el virus a fondo sostienen que, en las cuevas de Altamira, por ejemplo, se encuentran los primeros signos inequívocos de su existencia. Es más, hasta pudo corroborarse, por medio del análisis de las impresiones en las rocas, que —al igual que hoy—atacaba principalmente dos órganos: corazón y cerebro.

El virus ha persistido en nuestra especie desde entonces con mayor o menor preponderancia, alternando períodos de picos de contagio y de retracción, pero con una constancia y una contagiosidad mayor a la de la propia influenza.

Tal poder de propagación ha llevado a que una enorme cantidad de expertos se dedicara a indagar por qué medios se transmiten. A esta altura, todos están de acuerdo con que el contagio es de persona a persona (incluso si el transmisor ha muerto) o por el contacto con superficies aptas para la permanencia del virus, tales como el papel, el lienzo o la madera. Pero, dada su velocidad de expansión, coinciden también en que debe haber necesariamente otra vía.

Las conclusiones más plausibles sostienen que algo en el aire facilita su circulación, y aunque aún no se ha podido demostrar qué es, al menos la hipótesis explicaría por qué el virus también tiene efectos sobre los pulmones. Al principio puedesentirsecierto ahogo, una opresión en el pecho parecida a la zozobra, pero luego, con el correr del tiempo,se advierte que uno puede respirar mejor, más libremente (incluso más libremente que antes de contraerlo), y elevar en gran forma su calidad de vida.

Lo cierto es que los esfuerzos por contenerlo o por “aplanar la curva” (para hablar en términos actuales) y los retrovirales ensayados han sido muchos y muy variados a lo largo de la historia. La cicuta que Sócrates bebió, los estados de sitio, los confinamientos, la anestesia en masa y los planes de an-alfabetización han sido hasta ahora los más utilizados.

Hoy el virus parece haber cedido, aunque nadie debería confiarse demasiado. Habría, dicen los expertos, nuevas vías de contagio. Además del papel, ahora se estaría reproduciendo a través de cables y pantallas. Estaría sorteando así las barreras que le imponen las aulas vacías y la anulación de los debates presenciales. Es tal su fortaleza que, pese a las dificultades con las que va teniendo que lidiar, igualmente estaríaencontrandonuevos caminos para llegar a su próximo huésped. El virus no desapareció. No. Está mutando. La educación siempre está mutando.