La ruta de la Palabra escrita: del párroco a los padres y de éstos a sus hijos

El instante de la misa del segundo domingo de setiembre, en el que el párroco Marcelo Panebianco llama al altar a los padres de los niños que concurren a la catequesis a fin de darles un ejemplar de la Sagrada Biblia para que, a su vez, se lo entreguen a los hijos, trasciende el marco de un ritual meramente simbólico.

Perpetúa el suceso del mismo mes de 1569 cuando salió de la imprenta la primera Biblia completa en español, la Reina Valera, revisada por Cipriano de Valera en 1602. Se la llamó “del oso”, porque en la ilustración de la portada se veía a un plantígrado intentando extraer miel de un panal en un árbol.

Jerónimo de Estridón, conocido como san Jerónimo, había sido el traductor del griego y el hebreo al latín de la Vulgata Latina (“edición para el pueblo”) y durante siglos, hasta 1979, fue el texto bíblico oficial de la Iglesia Católica Romana.

El papa Francisco parafraseó el año pasado a san Jerónimo para dimensionar el contenido bíblico como la Palabra de Dios que porta el mensaje de salvación: “Quien desconoce la escritura desconoce la persona de Jesús”.

El acto de poner en manos de los chicos que se inician en la fe el texto sagrado que lleva 448 años en Hispanoamérica representando el alma de la teología, la predicación y la catequesis representa la puerta del encuentro con Dios y su hijo Jesucristo, que dará comienzo a transitar toda una vida también como hijos de Dios.

Como “puerta de entrada” al mensaje de Jesús, la Sociedad Bíblica recomendó este mes ofrecerle a Dios el esfuerzo de leer un evangelio entero “de corrido”, porque permite descubrir la trama de la vida de Jesús escrita por cada evangelista. Empezando por san Marcos, que no es muy extenso y en unas horas se lo puede terminar. Al ser el primero de los sinópticos, los otros (Mateo y Lucas) lo siguen en el esquema general.

El evangelio según san Mateo, que consta de sólo 28 capítulos y 50 páginas, ha sido la delicia de predicadores y catequistas durante 20 siglos en todos los continentes.

Copia sermones muy famosos de Jesús, como por ejemplo el más bello pronunciado en esta tierra, el Sermón de la Montaña, el de las Parábolas, y el que les dijo a sus apóstoles cuando los iba mandar a su primera predicación. Narra milagros muy interesantes, y describe de manera impresionante la Pasión y Muerte de Jesús para terminar contando su resurrección gloriosa.

La fiesta de san Mateo coincide con el Día de la Primavera y enmarca, junto a la de san Jerónimo del 30, la celebración del Mes de la Biblia. Llamado también Leví e hijo de Alfeo, su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recolectaban en Cafarnaum para una nación extranjera. Bastó que se encontrara con Jesucristo para dedicarse por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino de Dios.

El objetivo del evangelio de san Mateo había sido probar que Jesucristo sí es el Mesías o Salvador anunciado por los profetas y por el Antiguo Testamento. Fue escrito especialmente para los judíos que se convertían al cristianismo, y por eso fue redactado en el idioma de ellos, el arameo.