Por Fernanda Grimaldi. Consultora especialista en comunicación y marketing. Licenciada en relaciones públicas, con maestría en comunicación institucional y posgrado en recursos humanos.
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Frente a las dificultades muchas veces nos puede ganar el desánimo . Y si hay algo que no suma es el pensamiento rumiante, ese pensamiento que nos limitan, nos anclan a emociones que solo nos traban.
Salir de ese estado requiere voluntad. Sí, porque nada ocurre de casualidad y el esfuerzo siempre es necesario, incluso para asegurarnos un estado de ánimo que nos permita mantener una energía positiva y constructiva
Nuestro estado emocional no es algo ajeno a nosotros, por el contrario. Somos seres que debemos vivir en coherencia entre nuestro lenguaje, nuestro cuerpo y nuestras emociones.
Y las emociones, impactan y modifican nuestro horizonte de posibilidades porque tienen que ver con la forma en que respondemos a lo que nos sucede. Conocer nuestras emociones, identificarlas es fundamental porque afectan directamente nuestro estado de ánimo. Y el estado anímico enmarca todo nuestro accionar en la vida.
El autoconocimiento es esencial. Al identificar el estado de ánimo en el que estamos tenemos la opción de quedarnos en él o llevar adelante acciones para intervenir y modificarlo. Y ahí está nuestro poder.
El identificar nuestro estado de ánimo exige revisar nuestras conversaciones internas Una manera de lograrlo es poniendo distancia entre nuestro pensamiento y nosotros mismos. Si somos capaces de observar el proceso de ida y venida de nuestros pensamientos nos daremos cuenta de su fugacidad. Porque al observarlos podemos tener la capacidad de intervenir en ellos, y es así que está en nosotros decidir dónde ponemos la atención.
Rafael Echeverría, en su libro “Ontología del Lenguaje” describe cuatro estados de ánimo: resentimiento, resignación, aceptación y serena ambición. Estos se originan en la facticidad, es decir las condiciones que difícilmente puedan ser cambiadas ya sea por razones biológicas, cuestiones como el tiempo, cuestiones impuestas por la sociedad, y en la posibilidad, que son las situaciones que juzgamos que podemos cambiar. Desde estos dos juicios surgen caminos que nos conducen a cualquiera de esos cuatro estados de ánimo.
Si asumimos y entendemos que tenemos en nuestras manos la posibilidad de construir estados de ánimo adecuados a nuestros propósitos en la vida, seremos concientes de que todo empieza por nuestro propio pensamiento y nuestro actuar y no tanto por lo que otros hagan, digan o lo que suceda afuera nuestro.
La felicidad es un proceso en el cual diseñamos permanentemente los estados de ánimo en los que queremos vivir.
No somos lo que nos sucede, sino como lo vivimos. Por eso nuestra mayor responsabilidad es propiciar nuestro propio bienestar porque impacta también en quienes nos rodean.
¿Vos sabes en qué estado de ánimo querés vivir? ¿ Estás haciendo todo lo que podés para que así sea?. No dejes pasar tiempo, sos vos quien elige siempre dónde quedarse.