Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz
El sábado 9 de Julio se festeja el 206 aniversario de la Declaración de Independencia, en Tucumán, cuya protección ejerce nuestra Madre, la Virgen María.
La fecha coincide con el Día de una de sus advocaciones, Ntra. Sra. de Itatí, y por eso las imágenes marianas han ido acompañando los albores de la Patria durante más de dos siglos.
La parroquia Ntra. Sra. de la Paz, también advocación de María, une las celebraciones de la Independencia y de Itatí, especialmente en las misas del fin de semana, el sábado 17.30 en San José y 19 en el Perpetuo Socorro, de Cariló.
Tal es así que el grupo del Vía Crucis Viviente realizará un locro a beneficio de la organización del próximo Vía Crucis, en el marco del evento que llevará a cabo la Municipalidad de Pinamar el sábado 9 al mediodía en el Skatepark municipal (Shaw y Martín Pescador).
La imagen de Itatí habría sido encontrada sobre una piedra (Itatí en guaraní significa “punta de piedra”) en el curso del alto Paraná, no lejos del puerto correntino de Santa Ana.
Los franciscanos la llevaron a la reducción, pero la imagen desapareció dos veces y volvió al lugar donde había sido encontrada. Fue en este sitio donde se edificó definitivamente su iglesia.
Se cree que la imagen de la Virgen de Itatí había sido traída de la reducción de Ciudad Real, provincia de Guayrá, y venerada en la de Itatí, fundada hacia 1580 por fray Luis de Bolaños, cerca de la desembocadura del río Piquyry, en el Alto Paraná.
Al ser atacada la reducción, los franciscanos emigraron hacia el sur, llevando consigo la imagen de la Virgen y así llegaron a la región de Yaguarí, donde estaba la Reducción de otro franciscano, fray Luis Gámez.
En ese lugar realizaron un oratorio y colocaron a la Virgen, pero los indios vecinos se la llevaron.
El Santuario se levanta en el pueblo de Itatí, a orillas del Alto Paraná y a 70 kilómetros de la ciudad de Corrientes.
La imagen es una talla de madera, mide un metro veintiséis centímetros de altura. Tiene sus manos juntas en posición de oración, viste un manto azul y túnica blanca.
De modo que la Virgen María y sus advocaciones iluminaron los primeros pasos de la evangelización en América.
Comprometieron su presencia cuando se gestaba nuestra nación, cuando los congresales provenientes de provincias lejanas llegaban a la ciudad de San Miguel de Tucumán, y consagraban su primera jornada para pedir a Dios inspiración y sabiduría en la causa que los apasionaba.
Así y todo, la independencia y libertad proclamadas hace dos siglos no siempre se tradujeron en tiempos de paz y progreso para todos.
Es una deuda que los argentinos arrastramos por generaciones: construir nuestra casa común en la que todos seamos importantes, necesarios, valiosos y hermanos.
En la que haya lugar para todos, sin excluidos ni sobrantes; un hogar donde se engendra vida, se la cuida y se la hace crecer siempre y en toda forma.