La voz de un radical intransigente

Fiel a su estilo, el ex concejal no se calla nada y deja su impronta al referirse a la situación de su partido, a la actual administración y a los aumentos en los servicios.

El Gobierno nacional previó que el aumento de las tarifas de los servicios públicos sea resistido por la oposición, sobre todo del bloque kirchnerista. Sin embargo, las críticas también asomaron puertas adentro de la alianza gobernante y el radicalismo se preguntó si estaba en el lugar correcto. En esa línea, la UCR estudia presentar una fórmula propia para enfrentar al Pro dentro de Cambiemos en las elecciones de 2019. En medio de este panorama, a nivel local se observa una UCR mimetizada con el Pro, dentro de la alianza Cambiemos, pero desdibujándose de a poco. No obstante, el concejal (mandato cumplido) Gabriel Vidauli viene mostrando su desacuerdo desde los primeros días de la alianza electoral.

–¿Cómo ves la situación actual en tu partido?
–Yo creo que las actuales circunstancias por las que está atravesando el partido han desdibujado su esencia original, su ADN, digamos. El radicalismo es un partido con sensibilidad social, tiene su raíz en la problemática social y su razón de ser es justamente solucionar los problemas de la mayoría; no es el caso de lo que está sucediendo en estos momentos, que se han unido al partido gobernante. Entonces, creo que los dirigentes actuales del radicalismo han enrollado las banderas del radicalismo y las ha dejado en algún lugar. Nada que ver con lo que decíamos. Bueno, yo arranco en la política con Alfonsín: era una época muy marcada por una forma de pensar, por una preocupación por la sociedad, y justamente decíamos siempre que la diferencia con el peronismo (si bien, de alguna manera el peronismo sale del radicalismo) es dónde ubicamos al hombre como problemática política. El peronismo lo pone adentro del Estado, le da una paternidad, y nosotros somos de la idea de que el hombre debe ser libre, se le debe garantizar y permitírsele su desarrollo personal. Ésa es la diferencia, pero el arranque es el mismo. ¿Para qué tiene sentido hacer política? Para que la forma de transitar esta vida dentro de la sociedad sea cada vez más fácil.

–¿Cómo es la relación con tus compañeros radicales?
–No hablo con ellos, estamos distanciados desde hace varios años, desde aquella situación en la que me tocaba renovar la banca, o no, donde hubo una suerte de sismo y no hablamos nunca más; directamente no hablamos más.

–¿Te desengañaste de la política o del radicalismo pinamarense?
–No te podés desengañar de la política porque es inherente al ser humano, pero sí he transitado relaciones con las personas que dejan sus secuelas; la actitud, la forma, las cosas que se han hecho o dicho te hacen repensar los procesos.

–¿Cómo ves este Pinamar? Tenés un trabajo, una profesión, obviamente, que palpa día a día la cuestión de la construcción.
–Pinamar no es ajeno al país. Estamos sin un rumbo claro. Me preocupa la ciudad y su funcionamiento. Pinamar es una ciudad que depende del turismo. Cada ciudad tiene su característica y si observás los alambrados que está colocando la gente, Pinamar está perdiendo su característica que la convirtió en lo que es. Tuvo éxito porque tenía una identidad, y yo creo que la está perdiendo, por la inacción, por no ver que esto es un tema. La inseguridad (razón de ser de los alambrados) es una realidad. Hoy la ciudad es otra, el país es otro; somos muchos más que aquellos tres mil habitantes, que dejábamos las puertas abiertas, pero gobernar implica estar resolviendo contingencias y llevándolas en una dirección. Y hoy hay un cierto descontrol en este tipo de cosas, y en lo que significa cuidar el turismo, cuidar la producción. Hace poco se generó un problema con los foodtrucks, y decís: “Pero generaron un hito turístico”. Es cierto, pero también hay que tener en cuenta qué pasa con el que está todo el año trabajando y pagando impuestos. Yo creo que todo lo que tiene que ver con atender contingencias y las problemáticas de la vida en sociedad no se tiene en cuenta en las decisiones de gobierno. Yo no siento que el que está gobernando sea consciente, con errores y con limitaciones, como todos que somos humanos tenemos, pero sí cuando entendés que estás delante de una problemática y actuás. Yo creo que van por la vida, pero no se dan cuenta de que al gobernar tenés que, como el ajedrecista, mirar más allá el efecto de las cosas, para arreglar o mitigar.

Cuando fui concejal, lo que quise era pensar la ciudad entre todos. Con el Consejo Asesor Urbanístico (CAU), que se creó en ese momento, lo que se intentó era entre todos, los técnicos, las fuerzas vivas de la ciudad, que puedan opinar sobre el desarrollo de la ciudad, cómo nos preparamos para la temporada y transitar todo el año. Pero, si no se tienen en cuenta todas las miradas, es probable que en alguna decisión se lastime al de al lado por no saber o no haber avisado a tiempo. Esto es obligación del que gobierna, del que toma las decisiones.

–¿Has observado la ciudad, las nuevas construcciones? ¿Eso está cuidado, lo ves sosteniendo los cánones del estilo pinamarense?
–Seguramente que no, porque el comentario que recibimos de Obras Particulares es que no tienen gente y que no pueden fiscalizar. Tenía más gente pero siempre fue un área con conflictos en lo que significaba gobernar. Yo me acuerdo de la época en la que se pasó el área de Planeamiento a Gobierno con el único interés de recaudar: entonces se instauró aquello de que, inmediatamente que presentabas el expediente, se te cobraban los derechos de construcción. Yo no era concejal pero opinaba como profesional y decía que, al cobrar el derecho de construcción, el Municipio daba una aprobación tácita, porque uno no puede cobrarle derechos a alguien y después decirle eso que presentaste estaba mal. ¿Cómo? ¿Si vos lo miraste y me cobraste? Pero la ambición de recaudar hizo que esto, que se sigue haciendo, invalida el sentido del control de la Municipalidad. ¿Para que está todo ese aparato, para recaudar? No, para fiscalizar, para controlar. Así empiezan los desmadres y las cosas que se ven en Ostende y en el Barrio San José, así como en otros lados, porque no quedaba claro qué se podía y no se podía hacer, sumado a la picardía de cada una de las personas.

–Uno de los temas de actualidad es la emergencia tarifaria ¿Cómo ves el manejo que le están dando las autoridades?
–En este sentido, al gobierno se le ocurre que, para mitigar el impacto de los aumentos, una solución es sacar los impuestos; es decir que no le quitamos rentabilidad a la empresa, restamos impuestos, que son los que ingresan al Estado, y lo hacen por algún motivo, para algo estaban. ¿Cómo va a recuperar ese dinero el Estado? El Estado va a dejar de cubrir determinadas funciones que hacía con ese dinero. Lo lógico sería pedirles un esfuerzo a las empresas. Por otro lado, la cuestión planteada era eliminar los subsidios, pero son posturas.

Así como desde el primer día, Vidauli objeta una alianza de su partido con el gobierno del Pro. “Este gobierno es coherente: esto cuesta tanto y el que puede paga, y el que no puede, no”, ironiza y concluye.