Las aves migratorias, un enlace entre diversos ecosistemas del planeta

Por Amanda Paulos, bióloga, docente, guía Reserva Natural Laguna Salada Grande, coordinadora Club Obsevadores de Aves Verdón-Madariaga.

Llega la primavera, por el aire arriban trinos nuevos y figuras aladas que no veíamos desde el pasado otoño. Algunas llegan en busca del alimento, el descanso y las temperaturas amables necesarios para cumplir con su próximo ciclo reproductivo en su sitio de origen. Otras nos regalan sus plumajes nupciales, su ardua labor en la construcción de nidos, ritos de cortejo, incubación, crianza, juveniles, plumajes intermedios, gran fervor y euforia en el ambiente. En cualquier caso, la gesta de criaturas tan pequeñas que recorren miles de kilómetros no dejan de llenarnos de sorpresa y admiración. Una vez más el ciclo se cumple, concluye, y los estudiosos y observadores de aves damos las gracias a estas criaturas porque, en haciendo todo esto y más, nos brindan a nosotros, humildes espectadores, el servicio más grande, que es el Servicio Ambiental.

Leemos a Hernán Casañas, Director Ejecutivo de Aves Argentinas, en la editorial de la última revista de esta institución: “… desde el rol de controladores de especies de insectos perjudiciales para el agro, hasta el de dispersores de semillas, las aves migratorias son un claro ejemplo que reivindica esta clase como indicadora y modeladora de la salud del ambiente. Su protección es también la de muchos ecosistemas que ellas visitan y la de otras especies que los habitan.”

Un ejemplo emblemático de esta cita es el Falaropo Común, que depende exclusivamente de humedales salinos del continente americano y que vemos en la foto que ilustra esta nota, tomada en la Laguna La Larga, a pocos kilómetros de las ciudades de Madariaga y Pinamar. Encuentra aquí un sitio de alimentación y de descanso luego de haber criado en el Gran Lago Salado, Utah, Estados Unidos y otros sitios similares y desde donde comienzan su migración parando y reagrupándose luego en el Lago Mono, California, Estados Unidos, donde se alimentan profusamente y continúan su migración en vuelo sin paradas hasta los humedales sudamericanos donde llegan a partir de finales de agosto y donde pasan el verano austral: Laguna Mar Chiquita, Provincia de Córdoba, Argentina, es uno de los sitios de parada más importantes. Todos los lagos mencionados tienen en común una salinidad más alta que la del agua de mar y especies de invertebrados similares que les sirven de alimento. Son, en fin, varios ecosistemas hermanados ambientalmente por una especie de ave migratoria: la conservación de esta especie implica obviamente la salud y conservación de sus lugares de cría y parada y nuestro desafío es, por lo tanto, la protección de las áreas no reproductivas. Para ejemplificar hablamos de una especie y de un tipo de ambiente, pero hay muchas especies y muchos ambientes más, que también dependen de nuestro accionar.

Foto: Laura Mondani, bandada de Falaropo Común (migran desde Norteamérica) en Laguna La Larga, Pdo de Gral Juan Madariaga, octubre 2020.