Las plantas, esas desconocidas

Todos tenemos una vecina de “dedos verdes” que “habla con las plantas” y a quien todo palito que planta le “prende” y tiene un jardín que confirma el hecho ése que dice que “la quintita del vecino es más verde que la nuestra”.

Bueno… si de hablar con las cosas se trata ya estamos acostumbrados a que nuestro auto usa un lenguaje que entendemos cuando nos dice que una puerta está abierta, o que nos ordena colocarnos el cinturón de seguridad, o nos advierte que hay poco combustible en el tanque, y más. Mi lavarropas me confirma que la programación está correcta y por poco se enoja si hice algo mal, pero para mi felicidad suena una marchita triunfal cuando la ropa está lista para tender. También nuestro móvil y nuestras PC tienen un lenguaje que entendemos. Los humanos hablamos, los animales también emiten sonidos y se comunican entre ellos, y a veces hasta con las personas. ¿Por qué no se comunicarían entonces las plantas?

Según la Teoría de la Evolución de Charles Darwin, que no fue rebatida científicamente hasta el momento, la vida evoluciona por la supervivencia de los individuos, y especies tanto animales como vegetales, que son más aptos y se adaptan mejor al ambiente en el que les tocó vivir. O, dicho de otro modo, un organismo es más eficiente y apto para la vida en cuanto esté mejor preparado para encarar la resolución de problemas que le permitan sobrevivir en su entorno. Sí, la cuestión se trata de resolver problemas para sobrevivir el tiempo necesario para reproducirnos; biológicamente es así de simple. Y las plantas no se quedan atrás, tienen la sensibilidad y la inteligencia necesarias para lograrlo, como individuos y en comunidad, para lo cual se ven obligadas a comunicarse con sus pares, sean éstos de la misma o de otra especie. Se ven obligadas a captar señales de su ambiente, de sentir la presencia de organismos extraños, de enemigos, de peligro. Y tienen todo lo necesario para hacerlo, y lo hacen. Captan el problema si lo hay, y lo resuelven o mueren, como cualquier otro organismo.

Sin diferenciarse demasiado en origen a nuestra propia forma de comunicación, ellas se expresan con un lenguaje exclusivamente químico que parte de la luz, el agua, el CO2, y los nutrientes del suelo. En base a eso articulan su sensibilidad, y podemos decir que tienen vista, olfato, gusto, tacto, oídos, y ¡otros quince sentidos más! Así se comunican, para resolver su problema de supervivencia con su interior, con otras plantas, con los animales, con el hombre… ¡y nuestra vecina las comprende! Así, un jardín o un bosque es una internet viviente, una ciudad de raíces, unos cuantos alienígenas que viven con nosotros y hasta individuos que también de noche duermen y en algunos momentos del año se toman un descanso.

Fuente bibliográfica: Stefano Mancuso y Alessandra Viola, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, 2015.