Las sorpresas de Chernobyl, 30 años después

Por Amanda Paulos
Bióloga, docente, observadora de fauna silvestre

Cuando Chernobyl y un territorio radiactivo en un radio de 30 km fueron evacuados en 1986 y declarados intangibles por un período de 20.000 años, 135.000 habitantes fueron evacuados para no regresar jamás. La fauna y la flora fueron abandonados a su suerte y la radiactividad silenciosamente comenzó a actuar. El primer impacto obligó a cada organismo a librar su propia batalla por la supervivencia. Muchos murieron, otros escaparon, otros se reconciliaron con las alteraciones del ambiente y, tras la marcha del hombre, éste se convirtió en una calma fantasmal, una tierra de nadie que sólo fue invadida por la curiosidad de los científicos al cabo de poco tiempo.

Los zoólogos incursionaron hace unos 20 años con laboratorios móviles sin temer a la radiactividad que es allí 2000 veces superior a la normal para descubrir que en dos décadas la naturaleza había recuperado lo que era suyo. Osos, jabalíes, aves, caballos, ratones y más en una zona donde cada pueblo se había ya convertido en un bosque. Los científicos se sorprendieron y sorprenden aún hoy porque animales tan radiactivos no presenten alteraciones y puedan reproducirse sin problemas. ¿Cómo se explica esto? Después de la explosión hubo un incendio que duró diez días y la famosa nube de humo de Chernobyl alejó las partículas radiactivas del radio de exclusión, la radiación se dispersó y expandió en zonas alejadas donde las poblaciones nunca fueron evacuadas. En los primeros días murieron millones de organismos y el bosque devino rojo. No obstante hoy, después de 30 años, subsisten muy pocos de los átomos radiactivos de entonces, los cuales tan sólo generan una especie de radiación crónica de baja intensidad.

Leoni, un vecino de los 80, desafiando las prohibiciones, comenzó a cultivar huertas y frutales, y de ellos se alimenta. Los científicos analizaron la materia vegetal y descubrieron que los árboles absorben los materiales radiactivos y los combaten y neutralizan. Leoni se alimenta de todo lo que cultiva en su huerto tranquilamente. La fauna también ingiere pastos contaminados que podrían alterar su ADN, pero se están descubriendo mecanismos de reparación biológica que restablecen el ADN gen a gen. Los ratones de campo que ya llevan 40 generaciones allí son la especie indicada para estudiar su genética y el efecto de las mutaciones: los investigadores se llevaron una gran sorpresa al ver que había menos mutaciones de las esperadas y que las especies tanto vegetales como animales volvieron a colonizar las zonas radiactivas con formidables estrategias para compensar las debilidades del entorno y sobrevivir, reproducirse y gozar de buena salud. Son las aves sin embargo el grupo más afectado. Pero los esfuerzos del vuelo combaten los efectos de la radiación ionizante.

La muy buena noticia es que las diversas especies tienen diferentes capacidades para combatir la radiación y adaptarse a ambientes altamente contaminados, y así, para sorpresa de muchos, estos bosques se están re-colonizando con especies nuevas y antiguas.