Las vacaciones y la pareja

Estamos de vacaciones, viajamos a lugares que nos gustan, queremos conocer, o simplemente nos quedamos en casa compartiendo tiempo en familia, con algunos viajes o paseos cortos que el resto del año no podemos realizar.

Es tiempo de muchas cosas, se alargan las horas juntos, pero es de otro modo, sin rutinas, ni muchos horarios. Se comparte más el tiempo con los nuestros. Tanto la pareja, como los hijos o los padres, quienes nos toque según como está conformada la familia.

Puede ser un buen momento para hablar de la pareja. Hacer intercambio de opiniones o planteos acerca de lo que nos gustaría cambiar en la relación… Repito: lo que nos gustaría cambiar en la relación, no lo que queremos que el otro cambie. Porque lo más fácil es quizás pretender que el otro cambie, pero la relación es de ambos, y, si hay algo que nos parece que funciona mal, es responsabilidad de ambos tratar de modificarlo. Hablo de los acuerdos de la convivencia, de lo cotidiano, del día a día, las cosas que varias veces hacen que discutamos con nuestra pareja.

No hacer como que no pasa nada, que está todo bien, para mantener una imagen de tranquilidad, porque estamos en familia. A veces a la gente le cuesta hablar porque no quiere generar “un mal momento”, pero si no se habla llega luego una gran discusión por “juntar” molestias.

Esto de plantear las diferencias, para algunos parecerá tan básico, y dirá: “¡Qué novedad!” (siendo sarcásticos). A muchas personas les resulta muy difícil plantearles sus pensamientos o sentimientos a las personas queridas. Eso puede ser porque no se ha acostumbrado a hacerlo. En nuestra educación, quizás no nos enseñaron a expresar lo que sentíamos. Por el lado de la mujer, la madre/esposa en algunos casos debía acatar lo que decía el marido, y por el lado masculino porque los “hombres no expresan sus sentimientos”. Cuántas veces habré escuchado que le dicen a un niño: “¡No llores, no seas maricon! (Detrás de esta frase tan cruel, hay un disciplinamiento, donde el hombre no tiene que expresar lo que le pasa, no puede llorar si algo le duele o lastima. Y, por otro lado, un prejuicio.)

Sería importante poder hablar, plantear las diferencias, pero en un tono de charla, de consulta, querer saber por qué el otro hace o piensa tal cuestión. Buscar el momento, luego de haber compartido un día agradable, y comenzar diciendo todo lo que nos gusta de la otra persona, lo que la valoramos y la queremos. Si no, a veces se siente como un ataque.

Solemos ver el mundo que nos rodea desde muestra propia perspectiva, con todos los pensamientos que nos invaden, nuestras costumbres y lo que nos constituyó tal cual somos. Y a veces nos parece difícil entender por qué la otra persona no puede darse cuenta de eso que nos molesta, o qué es lo que nos sucede. Es que somos seres diferentes y aunque en el momento de enamorarnos pensamos que éramos el uno para el otro, hay diferencias, que hay que hablarlas, nombrarlas para que se materialicen, se evidencien y queden expuestas. De esta manera, poder trabajarlas, hablarlas entre los dos buscando la mejor manera de resolverlas.