Living in a bubble

Por Martín Melia
Contador público (UBA)

Finalmente se conocieron los datos de la inflación de diciembre y por consiguiente se determinó la anual. Llegamos a un 47,6%, siendo la más alta de los últimos 27 años. (Hay que remontarse a 1991 y el fin de la hiperinflación para encontrar un registro más alto. ¡Durísimo!) Claro está que nunca sabremos la posta de los números de cuando el INDEC estaba intervenido, pero por lo menos ahora contamos con información fidedigna, lo que nos permitirá tomar otro tipo de decisiones, de cara al futuro. Si pensás que arranqué bajón, tenés que saber que éste no es el único dato alentador que tenemos a la vista. Antes de seguir, quiero que sepas que uno entiende que en esta época, además de querer pegarse un tiro por empezar a preparar todos los papeles para Ganancias del año inmediato anterior, o pensar lo que uno engordó durante diciembre, puede y debe hacer resúmenes de todo. Del año que pasó, de lo rápido que pasó, de las cosas que logramos y de las que nos faltaron. Todas aquellas promesas incumplidas y que nuevamente vamos a realizar sabiendo que no vamos a cumplir, el #10yearchallenge, y un sinnúmero de estadísticas personales superfluas, que desde la época de las Fiestas hasta que se nos termina la resaca pensamos y analizamos. Te digo esto para que pienses que no sólo tuvimos una inflación tremenda, sino que entre la la devaluación y la pérdida de poder adquisitivo sufrimos una fuerte caída del consumo durante el año pasado. 2018 cerró con una caída estimada en 4,6%. ¡WTF! Si pensabas esto hace tres años, y que el dólar iba a estar en $40, que la nafta en $50, Milagro Sala en cana y que Mirtha seguía en pie, perdías todas las apuestas. En definitiva, un panorama para nada alentador, pero en cierto punto entendible.

Claro está que es un momento muy complicado para defender a un gobierno, yo lo sé, vos lo sabés y Alfredo Casero lo sabe, pero la realidad es que nadie sabe cómo llegamos a esto ni cómo vamos a salir, pero tenemos que bancar la parada.

Ahora bien, eso desde una mirada más macroeconómica y en cierto punto distante de la economía y de la situación social de nuestro país. Nosotros, en nuestro querido principado, tenemos una situación un tanto distinta.

Pasó la primera quincena de enero, y fue exitosa en muchos aspectos. Por un lado, lo índices de ocupación en localidades que no cuentan con el trencito de la alegría en su avenida principal, como pueden ser Cariló y Valeria del Mar, llegaron a un 80% de ocupación en promedio. Muy bueno para esta época. El backyard de Ostende, sorprendió con sus departamentos con servicios en su gran mayoría renovados y con propuestas súper accesibles. Pinamar, en cambio, sigue con una hotelería ciertamente relegada ante las nuevas expectativas y demandas del mercado, pero con una renovada gastronomía, con propuestas de todo tipo, precio y variedad. Esto se ve día a día, con muchos de los restaurantes trabajando a pleno.

Claro que la vedette de este verano es el renovado frente marítimo, con casi la totalidad de balnearios nuevos y con propuestas gastronómicas que han cooptado casi la totalidad del público del continente durante las horas del día, como nunca antes había pasado. El mar está de moda, bro.

Claramente, el turista que eligió nuestra ciudad, no sólo lo hizo por el efecto dólar, como titularon algunos de los principales medios, sino porque encuentran hoy, después de muchos años de trabajo y de un inconmensurable esfuerzo público y privado, una ciudad casi renovada.

Si bien es cierto que mucha obra se ha realizado para los residentes, la realidad es que hoy encuentran una ciudad distinta de la del último año y completamente cambiada con respecto a los últimos tres. Hoy encontrás frente marítimo nuevo, pero también veredas, plazas, calles que no se inundan, iluminación, seguridad, embellecimiento de muchísimos lugares olvidados por décadas, recolección de residuos como no se había visto y otras tantas pero menos importantes. Esto lo escribo porque en este momento por supuesto que me están pagando en lingotes de oro (antes de que los camporistas salten).

La realidad es que uno lo ve como residente pero también como alguien que invierte y apuesta a la ciudad que lo vio nacer. Muchos opinan y critican libremente, lo cual lamentablemente está permitido, pero lo único que uno pide es que lo hagan desde un lugar ciertamente más objetivo o con fundamentos, al menos.

Hoy nuestra ciudad es casi una excepción a la regla de nuestro país. Creo que estamos transitando, para lo que la situación amerita, un muy buen momento y entiendo que, por mezquindades políticas y egoísmos personales, estamos a punto de perder.

Digo esto porque esta semana el Honorable Concejo Delirante aumentó un 10% las tasas municipales. Es por lo menos una tomada de pelo y claramente tiene una intencionalidad política. Retrocedimos veinte años. No voy a entrar en análisis personales de los ediles que lo integran y el trabajo (o no) que han realizado en estos años allí dentro, pero sí deberían entender que sus decisiones no van a afectar a un intendente que ya han querido destituir en numerosas oportunidades, sino que nos van a afectar a nosotros, que generamos trabajo, que invertimos y que generamos que el turista nos elija (o pensás que los turistas vienen acá porque traen el camión de venta de carne barata o el mercado de frutas). Esto lo que va a generar es que, por un lado, el Estado estará diezmado de fondos para seguir realizando las obras (muchas con fondos nacionales pero también algunas con propios), pero va a afectar considerablemente la prestación de los servicios esenciales para que nuestra ciudad esté como está ahora y que haga que más turistas nos elijan día a día (te lo dice una persona que seguramente paga mucha más tasa municipal que todo un bloque político junto). A muchos concejales les falta roce, calle, charlar con el turista, hablar con el inversor, preguntarles, escucharlos y seguramente aprendan un poco. Nosotros vivimos del turista y nos debemos a ellos, nos debemos a brindarles el mejor servicio y la mejor experiencia que puedan tener cada vez que ingresan a nuestra ciudad, y para eso siempre vas a necesitar plata. Siempre. Nosotros estamos viviendo en una burbuja y, si no entendemos eso, en algún momento se va a pinchar.