Los juveniles del verano

Por Amanda Paulos
Bióloga, docente, observadora de fauna silvestre

Los observadores y fotógrafos de aves, algunos reunidos en el Club de Observadores de Aves Verdón, COA Verdón, aprovechamos de cada momento libre para salir y recorrer los caminos rurales de la zona y disfrutar del paisaje, los sonidos, los colores de la naturaleza y de la observación de las aves –no sólo la gran diversidad de ellas sino también cómo viven, cómo se comunican entre sí, cómo nos miran ellas a nosotros, sus reacciones a veces sorprendentes, sino cómo su conducta cambia en época reproductiva al final de la cual los lugares se llenan de juveniles, a los que reconocemos por su plumaje y otros detalles. Los humedales, los montes y los pastizales bullen de vida hacia fines del verano.

La lechucita de las vizcacheras es muy vista porque se posa en grupos familiares en sitios abiertos rurales o semiurbanos con vegetación de gramíneas y hierbas. Se alimenta de insectos, cangrejos, pequeños reptiles, sapos, ranas y roedores. Si bien está activa de día, prefiere el crepúsculo y la noche. Viven y nidifican en cuevas de hasta un metro y medio de profundidad, que construyen con sus patas y picos. El pecho amarillo, de 22 cm, es visible y bullicioso, de color pardo y vientre amarillo. Es común verlo en la periferia de los humedales, también en los montes. Tienen una voz de contacto bulliciosa y generan momentos corales de sonidos chirriantes y silbos. Principalmente comen insectos y arañas y en menor medida semillas y brotes de pastos. Es gregario y muy sociable y cuando andan en bandadas siempre hay un vigía listo para dar la voz de alerta. La calandria grande, de 26 cm, es la mayor de las calandrias, fácilmente reconocible por su larga cola y las alas caídas. Tiene un canto modulado, agradable y sumamente variado. Es muy temperamental e inquieta y suele entrar en disputas con otras especies por territorio o alimento. Captura langostas, hormigas, escarabajos y otros insectos y sus larvas, aunque también puede comer lagartijas y culebras, frutos o restos de comida. Y por último el chiquitín, el churrinche, de 14 cm; el macho es inconfundible por su copete y partes ventrales de llamativo rojo. Frecuenta zonas arboladas, montes y bosques abiertos. En acecho desde una percha hace vuelos cortos para cazar moscas, mariposas, langostas y otros insectos a los que atrapa en el aire. Es migratorio; cría en gran parte del país hasta el norte de Patagonia y en el otoño migra y puede llegar hasta el norte de Sudamérica.

Estas especies de aves y muchas otras las vemos “a la vuelta de la esquina”, nos deleitan con sus colores, trinos y su conducta, siempre nos regalan una mirada y ayudan a mantener en equilibrio la población de otras especies animales. Los miembros del COA local los invitamos a cuidarlos y protegerlos. ¡Más vale 100 volando!

Fuente: Guía de Campo Digital de Aves Argentinas.