Los nuevos desafíos implican la búsqueda de soluciones concretas

Vivimos la era de la revolución más grande de la historia, de impacto transversal en la vida de los seres humanos, la Revolución Tecnológica. Según autores contemporáneos de la comunicación, ni siquiera comparable a lo que fue la Revolución Industrial del siglo XVIII. La sociedad está cambiando por efectos de la tecnología en todos los ámbitos de la vida humana, y con ella, ¿o antes? la cultura y el pensamiento. Lo cierto es que lo estamos viviendo y, en este proceso de inmersión, los cambios acelerados nos invitan a adecuarnos día a día, a aprender sin cesar, a cambiar las miradas, a no quedarnos estáticos, a interrogarnos, a dar lugar a la duda, pero sobre todo a ejercitar una práctica que cobra mayor relevancia, en medio de tanta sobreinformación, la escucha atenta. El feminismo mundial que busca ser escuchado nos está diciendo y anunciando que el proceso de reconversión de pensamiento ya es una realidad. Que los cambios son inevitables en la vida, porque la vida es cambio permanente en pos de evolucionar como humanidad. Desde este punto de vista, es lógico pensar en tanta resistencia, dentro de un sistema que ha funcionado así por siglos con el beneficio para unos y el desmérito para otros, en este caso, el género femenino. Pero lo que verdaderamente debemos comprender como sociedad es que revisar los patrones de pensamiento y conducta es el camino para la propia reconstrucción. Porque como dice Rafael Echeverría, creador de la ontología del lenguaje, escritor y uno de los padres fundadores del coaching ontológico: “El mayor desafío que enfrentamos los seres humanos no es el conocernos a nosotros mismos, sino inventarnos a nosotros mismos”. Y esto es lo que está haciendo en el mundo el feminismo, inventando y creando nuevas perspectivas de la vida, desde el fundamento básico de comprender que no importa nuestro sexo, raza, ideología, nacionalidad, para acceder a los mismos derechos. Los derechos humanos son para todos los humanos que habitamos este planeta. Cabe destacar, respecto a la escucha, que nuestro país está aún aprendiendo a ejercitarla y por estos días justamente asistimos al gran debate nacional sobre la legalización del aborto, donde la pluralidad de voces comenzó a hacerse visible este martes y muestra una discrepancia en los ejes desde los cuales abordar el tema. Lo mismo ocurrió por entonces en Uruguay cuando por el año 2012 se votó la despenalización con mucho debate que finalmente resultó a favor y hoy, luego de varios años, arroja resultados: Uruguay es el segundo país con menor mortalidad materna en toda América, sólo superado por Canadá. De acuerdo a un análisis especializado, esa cifra es consecuencia de la reducción de riesgo y daños del aborto inseguro seguido por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo aprobada en 2012. En el país vecino, durante el período 2001-2005, había un 37,5 por ciento de muertes maternas por abortos inseguros, esa cifra bajó a 8,1 por ciento entre 2011 y 2015, luego de aprobada la ley. Mi postura como comunicadora feminista es clara, para ello fundamento con resultados, ya que los tenemos disponibles. Para mí el debate es científico, médico, estadístico si se quiere, pero no religioso ni filosófico y ya he explicado los motivos de mi pensamiento en anteriores ediciones.

Ver “La legalización del aborto es un tema de salud pública”

Tenemos un problema y requiere tratamiento; el aborto inseguro en Argentina es la mayor causa de muerte materna. ¿Qué vamos a hacer al respecto? El debate comenzó y es importante la pluralidad y diversidad de voces porque todos tenemos derecho a expresarnos, otro derecho humano básico, pero no quiere decir que todos estemos capacitados para orientar esta discusión hacia el encuentro de una respuesta adaptativa que resuelva el problema.

Ver también “Estas Mujeres”

Volviendo al desafío de los cambios de pensamiento y conducta, otra noticia también se hizo escuchar en las redes por estos días y tiene que ver con Franco Giménez, un hombre de 37 años que vive en Córdoba, es gerente de marketing en una empresa importadora de herramientas manuales y tiene un hijo que acaba de comenzar el secundario. Hace unas semanas, le pasaron un video en el que Isabel Allende, la reconocida escritora chilena, contaba la indignación que le causaba ver quiénes eran los encargados de discutir sobre el aborto y la anticoncepción en las mujeres. Decía: “Unos caballeros en el Congreso, con muy buen sueldo o los curas, unos ancianos célibes que no han mantenido una familia en su vida”. Y cuestionaba: “No deberían tener derecho a opinar, ¿acaso las mujeres decidimos la vasectomía o el Viagra?”. Luego de ver este video, Franco cuenta a Infobae que decidió hacer pública en las redes su decisión de realizarse la vasectomía: “Yo decidí que no quería tener más hijos. Si es mi decisión, no tengo por qué cargar a otra persona con la responsabilidad de evitar un embarazo ¿Por qué le cargamos toda la planificación familiar a las mujeres cuando ellas son fértiles unos días al mes y nosotros todo el año?”. De más está decirles las repercusiones positivas que tuvo Franco con su post y el impacto a favor que causó en el público femenino, aunque –según sus declaraciones– su mensaje iba direccionado hacia los hombres. “Yo no quería hablarle a las mujeres sino a los hombres, porque el tema de la vasectomía está lleno de mitos y genera muchos miedos. Yo quería contarles que fui a la mañana, me pusieron anestesia local y a la tarde volví manejando solo”, declaró Franco para Infobae y agregó: “Cómo le cuesta a la gente entender que uno puede decidir no tener más hijos… como si las familias solo constaran de reproducirse. Cuando nació mi hijo yo también sentí esa presión: ‘¿Y para cuándo el hermanito? No lo van a dejar ser hijo único, ¿no?’”, resumió el entrevistado. Vale aclarar que la intervención para los hombres es gratuita en hospitales públicos desde hace doce años. Franco nos enorgullece, Franco es franco y coherente y representa esa nueva mirada que desde el feminismo impulsamos. Como dije al inicio de esta editorial, estamos protagonizando una revolución sin precedentes, que indiscutiblemente revoluciona pensamientos, creencias, valores y conductas. Si este nuevo proceso lo sabemos direccionar en pos de potenciar nuestra capacidad para enaltecer los derechos humanos, ¡avanti, entonces! Que se terminen las guerras primero, que la noticia sea la paz mundial, que los Estados eliminen la pobreza y que la violencia e inequidad sean solo un mal recuerdo, que encontremos otro sistema de orden social y económico… más humanitario. Eso sería evolución. Para eso hay que hacer cambios, ver los problemas y plantear soluciones concretas.