Lost

Hace más de un año que mayormente escucho o leo como justificativo de todas las consecuencias de la falta de gestión o improvisación en la implementación de las políticas públicas que es la herencia. La famosa herencia. Esa carga imposible de levantar que nos dejaron El y Ella. Lo que no hay que olvidarse es que el presente que vivimos es consecuencia de toda nuestra historia pasada, en la cual muchos de los que hoy están gobernando formaron parte de esos gobiernos. Hay que tener más memoria y conocer a las personas que hoy se presentan como paladines de la justicia y la transparencia. Si hablamos de herencia, lo veo como la consecuencia de décadas de políticas incorrectas en muchos aspectos y no como responsabilidad de un solo gobierno. Creo que nos debería preocupar, por sobre todas las cosas, la actualidad de nuestra sociedad, fundamentalmente de los jóvenes, que deberían ser el futuro de nuestro desarrollo.

Principalmente la economía de un país subdesarrollado como el nuestro es de comportamiento cícliclo, es decir, hay momentos en los que estamos en pleno crecimiento, luego hay momentos de cierto estancamiento, lo que genera cierta caída del producto bruto interno, para luego volver a crecer. Así sucesivamente durante nuestra reciente historia moderna. Esta última parte es donde los ricos se hacen más ricos (para luego ser presidentes) y los pobres más pobres. La clase media sobrevive como puede.

Ahora bien, durante todos esos ciclos económicos, la sociedad transita profundos cambios desde lo social. Esto último creo que es lo peor que hemos heredado hasta nuestro presente. Tenemos la sociedad partida generacionalmente. Por un lado, este país se construyó y se consolidó en los dos últimos siglos, por el trabajo de los inmigrantes fundamentalmente (ahora hay que deportarlos). Vinieron con el afán de trabajar (no de afanar, Mauri) y se establecieron, lo que permitió el crecimiento y el desarrollo económico moderno. Los descendientes de estos, durante años, fueron los que siguieron sus valores y su formación, trabajando y estudiando, hasta que, en algún momento de la cadena evolutiva, volvió el mono. Acá sí creo que los últimos años, producto de la exclusión social, se acentuaron más y los empezamos a ver más seguido, ya sea en moto con luces de colores al piso, o bien con pantalones deportivos cinco talles más grande, o bien sacándose selfies con una birra y un revólver con el hijo encima. De hecho estos fenómenos se pueden observar en nuestro querido municipio. Ahora los incluyen en el tour gratuito de la Secretaría de Turismo, como una experiencia al mejor estilo África. Si tenés suerte podés ver los destellos de un arma dispararse.

Entiendo que no son los culpables, pero sí son la consecuencia de años de subsidios, años de darles mucho sin exigir nada a cambio, años de políticas públicas pésimas de inserción laboral, años de falta de oportunidades y años de modernización descontrolada. Pero ojo, también tenemos otra parte de la juventud que pudo sobrevivir a la exclusión y hoy no vive con la Yeny, pero que igualmente no tiene un rumbo definido. Son los que se denominan “generación Y” o, como les decimos nosotros los del Pro, “Millennials”. Esta generación también es peligrosa para el desarrollo económico de un país. (Obvio que no te pegan un tiro, como los otros, pero te taguean hasta la muerte.) Sienten que tienen el derecho a exigir condiciones laborales y económicas sin tener transitado el camino necesario para ello, sienten que no deben dar el 100% de sí mismos, ya que no están motivados y mayoritariamente se sientes desenfocados. Lo que sí quieren es dar impacto, sin saber siquiera lo que eso significa (una pala, muchachos).

Estos amigos (“eameo” nunca) forman parte del millón de jóvenes en Argentina que no estudia ni trabaja, y de ese número “hay más de 700 mil que ni siquiera están intentando insertarse en el mercado laboral”.

Cómo vamos a construir un país a futuro serio, con bases sólidas, si el 50% de éstos cuenta con un nivel educativo inferior al secundario completo. No obstante, este no es un condicionante para encontrar un trabajo, seguramente sí para conseguir uno de calidad. Tener un trabajo tampoco significa estar en el mejor de los mundos. Casi cuatro de cada diez trabajadores jóvenes están en el sector informal, es decir que no cuentan con los beneficios del sistema de seguridad social: descuento jubilatorio, obra social, vacaciones pagas, entre otros (igualmente ahora deben estar más motivados a llegar a la jubilación, ya que los jubilados son ricos y no necesitan medicamentos del Estado).

Considero que el diseño de políticas públicas orientadas a los jóvenes debe sustentarse en tres ejes fundamentales: educación, mercado de trabajo y protección social. El Estado debe propiciar el ingreso y la retención de los jóvenes en el sistema educativo, la inserción laboral de calidad, y el acompañamiento con servicios particulares pensados desde una perspectiva de género, como por ejemplo los servicios de cuidado; si no, hay una generación que estará perdida por siempre.