Miedo al fracaso o miedo al éxito

Todos diríamos “si a algo le temo es al fracaso”, pero ¿Qué significa fracasar? ¿Qué nos vaya mal en algo?, ¿Que, al tener una imagen equivocada de nuestras propias capacidades, ambicionemos más de lo que podemos afrontar?, ¿Qué idealicemos a alguien y, al querer ser más que esa persona, nos frustremos con el resultado que obtuvimos?

A todos nos pasa que las cosas no salen siempre como las imaginamos. Eso no es fracasar. Debería alertarnos para ver por qué sucedió y, agregaría, para qué. Una experiencia de esta naturaleza nos tiene que servir para aprender sobre nosotros mismos y saber si debemos reformular lo que deseábamos conseguir. Tener proyectos, alcanzar una meta, un objetivo, un sueño (en otras palabras, alcanzar el éxito), es lo que nos da ilusión y nos hace avanzar en la vida.

Ahora deberíamos preguntarnos ¿Qué es el éxito? Seguramente es diferente para cada persona a quien le formulemos la pregunta. Algunos tendrán alguna idea después de pensar un momento en su propia vida. Otros no sabrán qué contestar. Es un concepto muy subjetivo.

Entre otras, algunas opiniones son “Diría que lograr vivir bien (no necesariamente rico), haciendo lo que querés”, “Lograr de la vida algo que te haga feliz, grande o chico o lo que sea”, “Lo pensé bastante y llegué a esto: Creo que el éxito se puede mirar de dos formas. Una totalmente personal o íntima y la otra, la imagen que se da o que ven los otros del éxito de alguien. Si es algo personal, podría ser alcanzar las diferentes metas que uno se propone y varían totalmente de persona a persona. Para algunos puede ser hacerse rico y para otros formar una familia. No tiene que ver necesariamente con lo laboral o lo económico”, “Para mí el éxito es lograr la templanza después de cumplir nuestras metas y alcanzar el equilibrio”, o

“Hay que arriesgar para lograr tener éxito”. En otras palabras, el logro del propio objetivo o meta provoca alegría, placer y aporta a nuestra autoestima, porque “pudimos”.

¿Por qué tendríamos miedo a lograrlo? Por ejemplo, alguien dijo: “A mí me conecta con el síndrome del impostor. Yo he logrado muchas cosas importantes en mi vida, los demás me ven como un tipo exitoso, yo creo que no lo soy” ¿Podría ser porque internamente creemos no merecerlo? Fuimos criados en la creencia que, si nos esforzamos y trabajamos mucho, vamos a ser felices. Puede ser cierto; pensar en cumplir nuestras metas nos defiende parcialmente de rememorar el dolor de situaciones ya vividas, energéticamente negativas, pero en definitiva repetimos de alguna manera el displacer.

Cuando pensamos en las consecuencias de los logros, las negativas pueden superar a las positivas. Es probable que, una vez alcanzada la meta, aparezca una sensación de vacío, porque “ya está”, ya llegamos y ¿ahora qué? También puede aparecer el miedo a perder la ilusión que teníamos al comenzar. Será la mirada de los otros, que nos devuelve que quizás no sea tan importante como creímos. Es posible también que, en la idea de alcanzar un objetivo, cambiemos el rumbo por diversas razones. Puede deberse a estados de ánimo de diferente intensidad, con cambios en la energía disponible o por miedos o inhibiciones. Situaciones de cambio que por alguna razón han resultado traumáticas, pueden torcer el rumbo en la proyección de deseos, de sueños.

Tener muy altas expectativas respecto de un objetivo puede ocasionar que, al lograrlo, nos parezca muy poco lo que hemos hecho. De la misma forma, si nuestros deseos tienen algo que ver con lo que creemos que los demás esperan de nosotros, cuando lo logremos, seguramente no vamos a estar contentos, y lo que es peor no vamos a reconocer el valor que tuvo nuestro trabajo para conseguirlo. Seguramente hemos perdido de vista el proceso. Disfrutarlo es tan importante como disfrutar del resultado final.

No obstante, más allá de las dificultades que debamos atravesar, siempre debemos tener metas, tener ambiciones sobre lo que suponemos que nos va a hacer sentir mejor y ser mejores, cada uno en lo suyo y disfrutar del proceso de conquistarlas, teniendo en cuenta que alcanzar un objetivo, no es sinónimo de felicidad eterna.

Cuando logramos algo, tenemos que empezar a soñar con lo próximo. Sueños, deseos como queramos llamarlos. Nos dan esperanza, ilusión y nos permite seguir construyendo nuestra autoestima y el propio reconocimiento que es el más importante de todos.

Silvia Lamarca. Lic. En Psicología – MN 16973
Clínica de Adultos, Adolescentes, Parejas, Psicodiagnósticos – Orientación Vocacional y Ocupacional
Contacto: lamarcasilvia00@gmail.com