No va más…

No te aburras. Al principio, un poco de tecnicismo; luego, la posta. En la teoría económica se conoce al efecto multiplicador del dinero (circulación) como el resultado de que el dinero opere en una economía.

Es decir que cada actor de la economía, con su propia actividad hace circular el dinero (también contemos la guita que regalamos en sueldos públicos). Se refiere al rol de la inversión en el esquema económico. La demanda tiene dos componentes: consumo y ahorro, como se supone que el ahorro se transforma en inversión, la inversión viene a formar parte de la demanda. El otro componente, el consumo, es el componente más genuino, ya que representa la circulación del dinero. Ahora bien, para que el dinero circule, tiene que estar repartido en todos los sectores económicos. ¿Por qué estoy comentando esto? Para poder entender y analizar una situación que se está dando en nuestro principado, y que debemos conocer. Básicamente, y sin entrar en detalles particulares, hay un proyecto para poder instalar un casino de importantes consideraciones, dentro de nuestra ciudad (junto con hotel, restaurants, gatos, etc.). El problema que debemos entender es que no podemos seguir permitiendo que el juego se apodere de nuestra economía. Hace años que tenemos, además de los topísimos casinos vigentes, el bingo. Todos estos centros, mal conocidos como de recreación, no hacen otra cosa que degradar la economía de los pueblos. Para que entiendas y quede claro, no me estoy refiriendo a los ludópatas. Eso es otra cuestión; que se hagan ver por un profesional. Yo me refiero al cáncer que son los centros de juegos en los pueblos. Cómo afecta a la sociedad y qué consecuencias conlleva.

¿Vos pensás que son para que la gente se divierta? Flaco, si te querés divertir buscate otra forma. No podés ser tan boludo y no distinguir claramente entre las actividades lúdicas, como son la recreación, el deporte y el esparcimiento, de la negativa influencia de los juegos de azar, en especial los que se brindan en los casinos. Pensá que los tipos, además de facilitar la adicción patológica al juego, afectan especialmente a las familias más pobres, que ven allí la solución mágica a sus problemas económicos y afectan a los jóvenes que son atrapados por el egoísmo de un juego esencialmente individualista y que atenta contra la cultura del trabajo y contra la solidaridad. ¡Vamos, Cristina!

¿Pensás que estos negocios son para que el turismo progrese y genere más ingresos? El crecimiento de la actividad turística ha sido independiente de la existencia de los bingos o de los casinos. Nuestras temporadas nunca se vieron relacionadas al juego. Los turistas no nos eligen por el juego (no sé todavía por qué nos eligen, pero sé que por eso no).

Las actividades de esparcimiento complementarias al turismo pueden hacerse instalando salas de teatro (estamos en eso), centros de convenciones (estamos en eso), salones para presenciar espectáculos musicales (te la debo), que generan mayor disfrute y pueden generar mayores lazos sociales dentro de una comunidad, más que ir al bingo a ver a la Tota Santillán.

¿Pensás que crean fuente de trabajo? Dale, no seas boludo nuevamente. Cuánta gente pensás que emplea un casino en relación a la población económicamente activa. Que vayan a laburar a la muni y listo. Creo que sigue el happy hour de personal. ¿O era en el HCD?

No caigamos en la receta fácil. Te chamullan con luces y fichas de colores y comprás que necesitamos un casino. Que el árbol no te tape el bosque.

¿Vos pensás que es glamoroso o de cierta pertenencia social el juego? El turco ya no es más presidente, y los 90 no vuelven. Glamour tenés en Punta del Este, en Montecarlo, en New York; no en un bingo pedorro de Pinamar, donde la mayoría de gente que va, piensa que se va a salvar con cuatro duendes en una máquina.

Hay al menos dos verdades populares en torno al casino: una es que su maquinaria está diseñada para no perder (aunque los cacos piensen que le van a ganar) y la otra señala que los jugadores, mientras más necesitados están, más apuestan y pierden. Es decir, en la década ganada, olvidate, los pobres coparon las salas de juego (el Bryan, la Yenny, el Joni) todos invitados vip. Ahora con Mauri es distinto, no es tan fácil, por que si sos feo no te van a dejar entrar. Pobres pero fachas.

Parece cómico, pero te aseguro que no es. Tenemos problemas de horarios, donde no se los regula (en su momento tuvimos una ordenanza que regulaba el juego pero Blas las vetó sin ningún tipo de incentivo).

Tenemos personas que juegan varias horas al día perdiendo lo poco que tienen. Otro problema es la fácil accesibilidad que tienen los bingos y los casinos (no te digo que lo pongas en medio de la provincia y sus inundaciones, pero un poco alejado estaría bien).

Sabemos que las consecuencias para el jugador y su familia son devastadoras desde el punto de vista laboral, social y humano. A los empresarios dueños de las salas y a los que cobran los dividendos en sobre, les importa un carajo, pero de a poco va matando nuestra economía.

Más allá de los ludópatas, buena parte de los ingresos de los casinos, en especial de los ubicados en pueblos o barrios de cuarta en ciudades, provienen de los suculentos sueldos de los pobres (planes de las vagas también), que buscan allí la solución mágica a su situación económica y/o a su falta de trabajo. Ni Tarjeta Naranja los salva.

La economía se mejora trabajando, invirtiendo en industria, abriendo comercios, construyendo; no empobreciendo a la sociedad con el juego. Si permitimos esto, no tendremos futuro, Pinamar no va más.