Nuestra Casa Común

Después de 100.000 años de salvajismo primero y barbarie después (*), la especie humana, Homo sapiens, entró en el periodo que se dio en llamar Civilización.

Tras 10.000 años transcurridos en esta dirección, la humanidad avanza en un estado de antropocentrismo que la hace olvidarse de su participación en la Naturaleza como un ser vivo más. En este “estado de cosas” (la parte más simple de la realidad que puede darse o pensarse independientemente del resto) no falta quien vaticine, a veces desde posiciones científicas muy confiables como lo es el caso de Stephen Hawking recientemente, el fin de la humanidad en la Tierra para dentro de pocos siglos. Porque la Caja de Pandora fue cerrada justo a tiempo, nos queda aún la esperanza en la humanidad misma como un ente pensante que conserva su instinto de supervivencia y su amor por el suelo que la vio nacer.

En el Día de Navidad, que es, creo que podríamos decir, inherente a gran parte de la humanidad a través del bautismo si bien no siempre por la fe, los que por voluntad o por azar presenciamos personalmente, o en la tv, los medios de comunicación y los nuevos medios de la tecnología –como lo dijo el mensajero– el mensaje y bendición mundial del Papa este domingo 25 de diciembre de 2017, sentimos interiormente que éste fue un mensaje profundamente esperanzador. En él, el Mensajero puso énfasis en el Niño Jesús representado en todos los niños del mundo que hoy sufren. Con compromiso político nombró cada uno de los países y lugares donde eso ocurre hoy, y generalizó en otros casos. Y lo hizo, según sus palabras, en un sentido personal, social y ambiental. Desde su primera encíclica, Laudato sí (El cuidado de la casa común), el Papa comenzó a poner énfasis, y lo sigue haciendo en casi todos sus mensajes, en el cuidado ambiental como el cuidado de la casa presente y futura de toda la humanidad, muy pocas veces antes mencionado por algún pontífice y, sin embargo, cada vez más tenido en cuenta por un gran número, aunque no suficiente aún, de estadistas en el mundo.

Por el futuro de nuestra especie, por el futuro de otras especies que son compañeras de viaje, por una vida mejor para los niños del mundo entero, por el mantenimiento y la permanencia de la belleza de la naturaleza, por la salud ambiental de este planeta Tierra, ese pequeño punto azul pálido, como una vez le llamó el genio de Sagan, abogó humildemente desde este espacio en pro del Cuidado de Nuestra Casa Común.

(*) La Sociedad Primitiva, Lewis Henry Morgan (1818-1881)