Nuestro amado país

Por Martín Melia
Contador público (UBA)

Si hay algo que no pierdo es la capacidad de sorprenderme día a día. Estas últimas semanas tuvimos como noticia estelar la prostitución y la pérdida de la dignidad deportiva en manos del capitalismo, habiéndose jugado la final de nuestra Copa Libertadores de América en la tierra de los colonizadores (somos los tipos más cínicos del mundo). De más está comentar el resultado, porque todos sabemos que se dio la lógica y se pusieron las cosas en orden para saber quién es el equipo más grande de Argentina.

Creo que ya estamos adiestrados, porque lo hemos tomado con naturalidad y ni nos quejamos más que por redes sociales (tomemos el ejemplo de los chalecos amarillos de Paris por la suba del combustible). En nuestro país subió más del 70% y ni mosqueamos.

Siguiendo con este adiestramiento casi canino que tenemos, esta semana, la otra gran noticia es que largaron a Amado Boudou (exactamente lo que estás leyendo). El Tribunal Oral Federal 4 ordenó este martes la excarcelación del ex vicepresidente Amado Boudou, quien se encontraba detenido en el penal de Ezeiza, condenado a cinco años y diez meses de prisión en la causa por la ex Ciccone Calcográfica. Compartía patio con la mayoría del gabinete de los K, claro.

Boudou logró juntar la tremenda y casi pornográfica cantidad dinero a primera hora del miércoles pasado (tuvo que hacer colecta, ya que no llegaba) y luego de completarse el depósito en sede bancaria, se dispuso su liberación desde el penal de Ezeiza. Pensá que no se sabe la cantidad de dinero que se robó, pero son decenas de millones, y la fianza fue de un palo. Es joda, posta. Pensá también que no quedó ahí su causa, ya que hace poco se conoció el procesamiento del banquero Jorge Brito y del ex titular de la AFIP Ricardo Echegaray, en la causa conocida como “Ciccone II”, que investigó la ruta del dinero que posibilitó el levantamiento de la quiebra y compra de la ex calcográfica. O sea, la causa Ciccone tiene más sagas que la película Star Wars.

La verdad que tenemos un quiebre institucional tan grande... Tenemos tantos quilombos como sociedad, pero la única institución que debería impartir equilibro te deja libre a tipos como éstos, o bien libera a violadores que reinciden. Tenemos todos los extremos. Esto también es una razón por la cual uno no puede entender cómo en un país que produce alimentos para abastecer a 400 millones de personas, diez veces la población del país, podríamos incluso duplicar esa producción, tenemos un 30% de pobres. Todo es consecuencia de todos nuestros actos, incluido esto. Hoy sufrimos las consecuencias del déficit comercial, fiscal, la falta de divisas, el atraso tecnológico, la falta de planificación, la baja inversión y los muy pobres indicadores de industrialización (a pesar del peronismo, claro). En el país de los alimentos, más de la mitad de niños y adolescentes viven en la pobreza (ya están condenados). No tenemos culpables, nunca, que tomaron estas decisiones o bien robaron de las arcas del Estado inpunemente. Cada peso robado fue un libro menos comprado, un ladrillo para una casa o una bolsa de cemento para un puente (no de la calidad de los que se caen en Tucumán). Quiero decir, la corrupción causa muerte también. Ése es el lado que no se ve a diario.

Es un paralelismo que se refleja, asimismo, en la incapacidad del país para mirar inteligentemente nuestro pasado, que es nuestra experiencia histórica. Los doscientos años de vida independiente muestran luces y sombras, pero los grandes éxitos se alcanzaron cuando se impuso el respeto por la ley y la continuidad de las instituciones. Esto hoy lo perdimos. Tenemos jueces ricos. Está todo dicho.

Por supuesto que, si seguimos así, claramente no vamos a cambiar nunca. Con cada persona que podés charlar, en el fondo desea que este país cambie, pero también sabe ya que no va a ver ese cambio. Pasarán muchas generaciones, pero en algún momento ese cambio va a llegar.

Creo que es el momento para que cada uno de nosotros, desde el lugar donde hoy estamos, pueda hacer algo diferente para nuestro país. Creo que la lección es ésa. No importa cuándo ni dónde, pero debemos empezar a realizar pequeños actos diarios para construir una Argentina mejor, donde podamos crear valor e impactar en la vida de las personas con las que compartimos el suelo. No sólo en nuestro país; podemos empezar por la hermosa ciudad donde vivimos, que tanto maltratamos. No importan las banderas, lo que importa son las acciones.

Tenemos un potencial extraordinario, pero con la sensación de vivir de fracaso en fracaso (hoy en lo institucional, pero también en lo social, cultural, político). Creo que es tiempo de entender que no somos los mejores, que estamos muy lejos siquiera de serlo y que debemos cambiar, casi que refundar nuestro país, si queremos tener un lugar donde vivir que nos dé seguridad, tranquilidad y sobre todo felicidad. Tenemos que refundar todo; la Justicia, primero. Tenemos que quejarnos más. No podemos permitir estas arbitrariedades.

Seamos honestos, esto no es sólo una cuestión legal o jurídica. Tenemos que mejorar desde las bases como sociedad. Sea quien sea que gobierne, en los próximos años, la estabilidad llegará con una mejora en las instituciones, con mayor transparencia, con una fuerte educación nacional, en la mejora de la competencia doméstica, aspectos que Argentina va alcanzando progresivamente pero sabemos que tomará su tiempo, ya que la mayor parte está enferma por el viejo peronismo, ese que está enquistado en la Justicia, en los sindicatos, en la política y en el empresariado. Creo que la sociedad tomó nota de ello también y está dispuesta a arremangarse por un tiempo, siempre en pos de nuestro amado país.