Parque Nacional Los Alerces, Patrimonio de la Humanidad

El 7 de julio de 2017 el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco incorporó al Parque Nacional Los Alerces, de Chubut, Argentina, como Sitio de Patrimonio Mundial.

El impacto que ha tenido en el país este reconocimiento ha pasado del asombro del primer momento al interés por conocer las bondades de este territorio acostado sobre la Cordillera de los Andes, en el límite con el país vecino de Chile, merecedor de una distinción internacional de tal envergadura. Tal vez a los viajeros que hemos tenido el privilegio de visitar, admirar y disfrutar ese paisaje único e irrepetible no nos llame tanto la atención que haya sido considerado valioso para la humanidad.

A enero de 2017 la Lista de Patrimonio Mundial tenía 1052 sitios inscriptos, de los cuales 814 son bienes culturales, 203 bienes naturales y 35 bienes mixtos, situados en 165 países. Estos bienes culturales y naturales cumplen con la función de ser referentes mundiales para la toma de conciencia de los pueblos acerca de su valor como propiedad colectiva y para la trasmisión de esos valores a las generaciones venideras.

En Argentina, las acciones de protección de áreas cordilleranas de alto valor paisajístico se deben a la fecunda labor de Francisco Pascasio Moreno, que donó las tierras que le fueran dadas por el Gobierno nacional en premio a sus trabajos en la determinación de los límites con Chile y que él entregó para la creación del Parque Nacional Nahuel Huapi, allí por 1903.

En 1937 se inmovilizaron ciertos territorios en la Patagonia andina como zonas de reservas, para ser declaradas en 1945 parques nacionales. Entre ellas, la Reserva de los Alerces (Ley Nº 13.895), que incluye a los lagos Futalaufquen, Verde, Krüger, Rivadavia, Menéndez y el río Arrayanes, con una superficie de 263.000 hectáreas.

Para lograr la distinción otorgada recientemente, la Administración de Parques Nacionales de Argentina (APN) presentó ante la Unesco la documentación que avala la solicitud de Patrimonio de la Humanidad. El citado organismo internacional debe evaluar el sitio y consensuar la declaración con los representantes de los 192 Estados miembros de la Convención sobre la Protección Mundial, Cultural y Natural. En este caso los elementos destacados de la presentación al Comité internacional han sido la protección de un área geográfica que contiene un bosque milenario de alerces, considerado la segunda especie viviente más longeva del planeta, y la excepcional belleza del paisaje de la cordillera valdiviana, una eco región reconocida por los científicos como prioritaria para la conservación de ecosistemas boscosos australes.

Es uno de los cuatro bosques milenarios que quedan en el planeta. Hoy día existe una conciencia planetaria sobre los servicios que brinda la naturaleza en el sostenimiento de la vida de los seres humanos. Estas áreas protegidas conservan algo de lo que elmundo urbano ha perdido, sin embargo no están exentas de peligros y problemas propios de sus ecosistemas y otros, derivados de la intervención humana.

El plan de manejo del Parque Nacional Los Alerces da cuenta de ciertos problemas con la conservación del territorio que no son causados por el uso turístico-recreativo. Existen poblaciones rurales que viven dentro de la zona de reserva con explotación ganadera y ovina de baja intensidad. Al sobrepastoreo se suma el fuego, problema de todos los bosques andino-patagónicos. Juntos modifican sensiblemente la cobertura vegetal del parque y generan problemas de conservación del ecosistema. Por otro lado, la existencia de especies animales introducidas (jabalíes, liebre europea y visones) que compiten por territorio y alimento con las autóctonas genera otro de los problemas de conservación del parque.

Por último, un hecho desconcertante dentro de la política nacional ha sido la inauguración en 1978 de la represa de Futaleufú en tierras del Parque Nacional para proveer electricidad a la planta de aluminio Aluar de Puerto Madryn. Para ello se inundaron cuatro lagos de la zona dando origen a un gran lago artificial llamado Amutui Quimei, que en mapuche quiere decir “belleza perdida”. Al impacto ambiental que generan este tipo de intervenciones en el territorio debería sumarse, desde el punto devista legal, que se sentó un precedente de violación de la normativa vigente, aquella que define la intangibilidad de un parque nacional para la construcción de infraestructura o implementación de actividades económicas.

En Argentina este reconocimiento mundial ya ha sido entregado al Parque Nacional Los Glaciares, Santa Cruz, en 1981; el Parque Nacional Iguazú, Misiones, en 1984, y el Parque Nacional Talampaya, La Rioja, en el año 2000.

Es indudable que el galardón otorgado promoverá un mayor número de visitas a nivel internacional y nacional, sin embargo los problemas de conservación de este espacio seguirán estando hasta que las autoridades nacionales, provinciales y pobladores locales se asocien para definir estrategias de conservación del área protegida que ayuden a mitigar los impactos y sostener y jerarquizar la biodiversidad del sitio, especial atractivo para los visitantes.