Pinamar, a 24 fotogramas

Día soleado con una pizca de viento. Me encuentro sentado en las oficinas del semanario, esperando al entrevistado. Miro por la ventana y es imposible no reconocerlo. Un hombre alto, pelo hasta los hombros, anteojos de sol, y violonchelo en la espalda. Su nombre es José Reyes, mejor conocido como Pepe Cello. Director de cine con más de 1500 comerciales filmados y con un buen puñado de cortos de ficción, es desde 2012 profesor del Taller de Cine y Realización de la Municipalidad.

Entra a las oficinas y decidimos llevar a cabo la entrevista en la Sala de Reuniones y lo primero que nota son los libros con los archivos del semanario.

“¿Leíste alguna vez lo que hay en esos libros?”, me pregunta.
Le respondo negativamente.

Entonces, empezamos a hablar.
“Me recibí de director en el 91 en Avellaneda e inmediatamente entré como director de promociones en Canal 13. En ese momento, apenas te recibías conseguías laburo inmediatamente. Hice más de 1500 comerciales y estuve en muchos lados, como Estados Unidos y Canadá. En ese entonces compré mi casa en Pinamar. Venía a escribir y siempre decía que quería mudarme acá cuando terminara, porque en publicidad a los 40 ya sos grande. Entonces, me vine en 2011. Cuando llegué a Pinamar, me empezaron a invitar a encuentros con los pioneros, donde tocaba el violonchelo. Con los pioneros conocí mucho de Pinamar, sus diferencias con Valeria, Cariló y ni hablar con Villa Gesell. Me pareció muy fascinante.

–¿Cuándo empezaste el taller?
–En 2012 empezamos el taller de cine. Hablando con la administración del momento les dije que faltaban dos cosas, una orquesta (en ese entonces ya venía trabajando hacía bastante con la de Villa Gesell) y algo relacionado con el cine. En ese momento el cine, en Pinamar, estaba erróneamente percibido como televisión; es decir, actos políticos, cubrir eventos. En el cine contás una historia. También está toda la parte técnica, pero nunca hay que olvidarse de que el cine es arte. La idea del taller siempre fue hacer cine, ficción. Llegó un montón de gente que amaba el cine pero no sabía cómo y nosotros le dimos las herramientas para poder hacerlo. Los elementos los hicimos nosotros. No le podíamos pedir a la muni plata para comprarlos. Yo tenía una cámara, conseguimos trípodes, etc. Y a los actores les tuvimos que enseñar que el cine es diferente al teatro. En el teatro todo tiene mucho movimiento corporal y expresión; en cambio, el cine es más como la vida real.

Una de las ideas del taller es descubrir cuáles son los límites del cine pinamarense. Esto también viene de la mano con el concurso que hicimos con la muni, que es para descubrir talentos locales. Esta administración nos dio un espacio y queremos aprovecharlo lo más que se pueda.

–¿Qué me podés contar del largometraje que estás filmando?
–Nos quedan tres días para terminar nuestra película. La venimos filmando hace un año y medio. Estamos haciendo el trabajo de postproducción en paralelo con el rodaje para acelerar los tiempos. Todo el equipo es gente que se capacitó con el taller. Y el guion surgió de un encuentro con los pioneros donde se hablaba de un nene misterioso, supuestamente hijo de una mujer guardavidas que deambulaba por las calles de Pinamar con hambre y sed. Ocasionalmente la gente lo alimentaba, le daba techo, etc. Hasta que un día su padre se lo llevó y el resto nunca se supo. El guión parte de eso, queremos contar la historia de la primera mujer guardavidas e intentar darle una conclusión a la historia de ese nene. El 40% de la película es de época, donde aparecen personajes, como el primer comisario, el primer médico, entre otros. Y el otro 60% transcurre en el presente, donde vemos al nene volver a Pinamar.

Al film lo queremos estrenar en diciembre y también tenemos ganas de presentarlo en festivales. Ahora, en Uncipar, se van a proyectar ocho minutos de adelanto.

Ya estamos pensando en la segunda película, obviamente.
–¿Por qué decidiste estudiar cine?
–La historia es muy graciosa. Viviendo en Buenos Aires, salía con una chica de Rosario. Los fines de semana iba para allá y los lunes llegaba muerto de cansancio. En ese entonces trabajaba en una empresa de publicidad, de cadete. Un día me echo a dormir detrás de los equipos a las nueve de la mañana y al rato llega el jefe a los gritos porque no sé qué había pasado y me despierto y el tipo me empieza a putear y yo le digo: “No. Mirá, yo estaba viendo los equipos porque me interesa todo esto”. Y me dice: “Vos vení, que sos un tipo pensante, que te voy a enseñar a editar”. Entonces, me lleva con un editor y empezaron a pegar imágenes con música y quedé fascinado. Ahí encontré mi vocación.