¿Por qué cada vez más gente observa a las aves?

Por Amanda Paulos
Bióloga, docente, observadora de fauna silvestre

Porque la sensibilidad y la conciencia ambiental del ser humano de las últimas décadas ha ido en aumento, porque cada vez somos más los que entendemos que todos los seres vivos, cada roca, el aire y el mar con todas sus extrañas criaturas somos el Oikos, la casa de todos, de la que hablamos la semana anterior. Nos estamos dando cuenta de que todos, cada ser, por pequeño que sea, navegamos inexorablemente en el mismo barco, sentimos cada día más la pertenencia a ese Oikos del que somos parte. Esta razón se me ocurre la más general, la causa por la cual cada día más personas sentimos que debemos cuidar el sostén de la vida: a la tierra, a los bosques, a las ciudades, a los océanos y hasta a los desiertos que parecen inertes, pero no lo son.

Y las aves… esos seres maravillosos que hacen realidad uno de los deseos más profundos del hombre desde sus comienzos, poder volar, son además bellos, versátiles, útiles, atraen a quienes los observan con una fuerza casi hipnótica y sanadora, están en todas partes, también nos observan y toman decisiones, tienen el poder de hacer olvidar por unos momentos a quienes los miran de todo dolor y de todo problema, logran aglutinar a las personas más allá de las diferencias, nos deleitan con sus colores y sus trinos. Quienes aprendemos a entender su lenguaje podemos alcanzar por momentos algo que se parece mucho a la felicidad.

Estos meses de verano tienen siempre un plus para los observadores de aves: a partir de septiembre llegan algunas especies buscando lugares más cálidos o más adecuados para reproducirse, los árboles y hasta las construcciones humanas se llenan de nidos y la frenética actividad de estos seres capta poderosamente la atención de quienes no podemos abstraernos de observarlos. El ambiente se llena de una energía especial y empiezan a circular historias, interrogantes y anécdotas que llenan de fotos y comentarios las pantallas de los que “caímos en las redes” de tan atrapante afición: que qué es esto, que qué sucedió allí, que un pichón cayó del nido y cómo podemos ayudarlo, que vimos por primera vez una especie desconocida o que la lechucita de siempre nos regaló la mejor foto o el mejor momento de una salida, que buscábamos una especie de ave pero resultó que descubrimos una planta o una flor que fue la mejor recompensa del día. Y la salida puede ser en nuestro jardín, la plaza o el parque de la vuelta de la esquina. No es necesario viajar lejos. Ellas están ahí, hay que salir y mirar, y escuchar, y empezamos a ver diferente.

Foto: Jilguero hembra (de una familia de cuatro o cinco individuos) criando en nido abandonado de leñatero. Temporada de cría 2019.