Quién controla a quienes nos cuidan

El trajín de la temporada generalmente es cómplice de excesos policiales o de que no trasciendan hechos delictivos que puedan afear la imagen pinamarense. Esta vez no fue del todo así.

La temporada llega a su fin y si ha tenido una constante fue la presencia policial. En cada esquina, por las calles, en el centro, a donde uno mirara, allí estaban los hombres de azul o de celeste, según el caso. Un escenario que habría sido más que reconfortante si ese excedente de fuerzas policiales hubiera estado acompañado por un récord en la ausencia de delitos y sin las variadas escenas de abuso de poder que inundaron el verano.

Hace no demasiado surgía la noticia de que habían desafectado a policías borrachos que corrían carreras con caballos en Pinamar, según se informó. La Jefatura Departamental de Pinamar resolvió desafectar a dos efectivos que fueron filmados corriendo carreras con caballos en plena vía pública de la ciudad. El examen de alcoholemia les dio resultado positivo y fueron separados de su cargo. De acuerdo al relato de los testigos, los uniformados mostraron sus armas y casi lastiman a un nene que jugaba en la calle.

Aunque parezca increíble, la realidad es que no sorprende lo sucedido: durante toda la temporada se observó la impunidad con la que las fuerzas policiales se manejaron. En muchos casos, con una excesiva demostración de poder, y en otros haciendo alarde de un descuido y un desinterés abrumador. En relación a la policía montada, una fuerza ya casi en desuso y que tiene asidero en parajes como el nuestro, dada su geografía rodeada de bosques, la que podría requerir de este tipo de efectivos, para poder recorrer aquellos lugares que son inaccesibles en vehículos motorizados. Sin embargo, a lo largo de todo el verano, salvo en Cariló (donde el asfalto no existe) la montada se cansó de pasear por las avenidas, lo que iría exactamente en contra de su propósito original, además de provocar caos en el tránsito y ensuciar las calles a su paso. Con un desdén increíble, los policías a caballo “paseaban” por las arterias principales de Pinamar, como si de un paseo de turistas se tratara. Eso sí, al parecer, también utilizaron los caballos para realizar carreras…

La nocturnidad no se vio mejor. En plena rotonda de Bunge y Libertador, policías con armas largas se apostaron cada noche con la misión de “disuadir”… Si bien es cierto que en la segunda quincena de enero cientos de jóvenes cruzaban esa intersección, de camino a los boliches, no es menos cierto que los controles de alcoholemia y tránsito estaban mejor ubicados más cerca de los negocios nocturnos, por lo que ese puesto en pleno centro, con ese tipo de armas, era más una “puesta en escena” que una necesidad. Ya que estamos, podríamos aventurar que se trataba, además, de una “puesta en escena” exagerada y fuera de lugar, ya que por allí transitaron muchísimas familias cada noche del verano, y poco era lo que había para “disuadir”.

La semana pasada, el Honorable Concejo Deliberante fue el escenario para otra denuncia, en esta ocasión de un vecino de Ostende hacia la policía, por maltrato y abuso de autoridad de parte de varios agentes de la Comisaría de Ostende. La reunión fue convocada a raíz de una nota presentada en la que se detallaban los hechos y se adjuntaba copia de la denuncia formulada en la fiscalía.

Si bien los ediles no tienen injerencia en el funcionamiento de la policía, se les prometió acompañamiento, y algo similar hizo el Ejecutivo, a través del secretario de Seguridad, Lic. Matías Yeannes, y representantes de Atención a la Víctima del Observatorio de Violencia y Adicciones (OVA). “En dicho encuentro el vecino explicó que se encontraban en casa de sus suegros comiendo en familia cuando observaron que pasaban varios patrulleros, lo que motivó su curiosidad, y que se asomaron a la vereda, comentaron que, luego, efectivos en un patrullero sin luces se acercaron llamándolo a la calle; acto seguido, lo esposaron y llevaron a la Comisaría de Ostende, donde a base de golpes y maltratos que rayaron en la tortura le reclamaron por ‘los fierros’. Informó que lo golpearon, dejándolo durante toda la noche descalzo en un cuarto con cinco centímetros de agua. Asimismo describió cómo los policías golpeaban a otros que fueron llegando al mismo lugar. Por otro lado, un familiar explicó que, al ir a la comisaría para conocer la situación del joven, lo empujaron y agredieron. Aclararon, además, que, como resultado, tiene perforado un tímpano y del otro oído aún no se saben los resultados, dado que el coágulo presente no permite observar nada, que no le hicieron un examen precario. Se les preguntó si reconocerían a los policías que los agredieron y respondieron positivamente”. Lamentablemente, esto no es aislado, no es el único caso, aunque sí tal vez uno de los pocos que se animó a denunciar el abuso policial.

Siempre pedimos más seguridad, lo que a su vez se vio siempre emparejado a mayor presencia policial, y es cierto: a más agentes del orden en las calles, menor es el delito; pero, claro está, siempre y cuando los delitos no los cometan aquellos que deben preservar nuestra seguridad. Después de tanta inseguridad, y tanto reclamo por más policía, ahora nos toca controlarlos, hacerles saber que están para cuidarnos, pero que no son impunes, ni los delincuentes, ni los policías.