Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz
La memoria de Francisco Solano, el patrono de la capilla de Valeria del Mar, trae este domingo a nuestra ciudad balnearia los prodigios y milagros que obtuviera en Sudamérica, y le valieron ser llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”.
Fue el primero de los doce santos en pisar tierra argentina y previamente ya había tenido que lidiar con la peste del tifo negro en Andalucía, junto con fray Buenaventura, ambos en contacto estrecho con los enfermos más abandonados. Se contagiaron: uno no sobrevivió, el otro inesperadamente quedó curado y con los años pudo llegar a Córdoba.
En la parroquia Pinamar convergen la celebración patronal de san Francisco y la de Santiago el Mayor, uno de los doce apóstoles de Jesucristo, emblemático para la comunidad boliviana, asentada en Ostende, por ser uno de los santos más solicitados y respetados por la religiosidad aymara, donde lo representan como el Señor del Rayo.
La pandemia limita la exteriorización de festejos, del mismo modo que requiere de un mayor acompañamiento a las personas que contrajeron el virus y a las familias que padecen sus consecuencias devastadoras.
Los abuelos y personas mayores tienen su Primera Jornada Mundial el cuarto domingo de julio, también en un contexto riesgoso por estar más vulnerables al contagio y a sufrir las fatales consecuencias de “una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un trato especial, un trato más duro”, como señala el papa Francisco en el mensaje alusivo “Yo estoy contigo todos los días”.
Enumera: “Muchos de nosotros se han enfermado, y tantos se han ido o han visto apagarse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos; muchos, aislados, han sufrido la soledad durante largo tiempo”.
Dirigiéndose a los adultos mayores, el pontífice los exhorta a “ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo”.
Les dice: “No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos”.
Invoca una vocación renovada en un momento crucial de la historia, que conduce a preguntar:
–¿Cómo es posible, si mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más?
–¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia?
–¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupaciones por mi familia?
–¿Cómo puedo ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo?
–¿No ya es mi soledad una carga demasiado pesada?
El mismo Jesús escuchó una reflexión de este tipo a Nicodemo, cuando le preguntó: ¿Cómo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo? “Esto puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere. El Espíritu Santo, con esa libertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere”.