Ser atractivos sale caro

Los atractivos turísticos necesitan estar protegidos por las autoridades, que deben invertir una parte importante del presupuesto municipal en su conservación y promoción.

En la historia del hombre sobre la tierra, los recursos han sido utilizados para la satisfacción de sus necesidades básicas de subsistencia biológica (alimentación, protección, seguridad) y para satisfacer necesidades de producción de las empresas (materia prima). En la actualidad el concepto de recurso se amplía y jerarquiza y se le asigna un valor diferente: para satisfacción de necesidades de recreación y resurgen como recursos turísticos o recurso de amenidad.

Habitualmente se usan los recursos fuera de su función original: el barco de pesca se vuelve atractivo para filmar y el castillo fortificado sirve para instalar un restaurant panorámico. El mar, lago, río, no sólo suministra sustento alimenticio sino placer a través de un sinnúmero de actividades acuáticas. La máscara ceremonial de un hechicero africano pasa a formar parte de la decoración de un departamento citadino. En este sentido se habla de la ampliación del concepto de recurso con todas las implicancias ambientales y culturales que conlleva esta transformación, algunas positivas y otras, no tanto.

En síntesis, un recurso turístico es todo elemento natural, actividad humana o producto de ésta capaz de motivar un desplazamiento. La actividad turística siempre se apoya en un recurso para desarrollarse: las ruinas de Machu Pichu en Perú y las Cataratas del Iguazú en Argentina han sido los recursos primordiales que permitieron atraer corrientes turísticas internacionales en esos países.

Por último, cuando el recurso cuenta con una serie de facilidades para poder ser visitado y disfrutado se convierte en “atractivo turístico”, por lo tanto atractivos son los “recursos puestos en valor”. Dice Roberto Boullón: “Los atractivos turísticos son la materia prima del turismo, sin la cual un país o una región no podrían emprender el desarrollo (porque les faltaría lo esencial y porque sólo a partir de su presencia se puede pensar en construir una planta turística que permita explotarlo comercialmente)”.

Hay atractivos para “ver”, aquellos que por su extrema fragilidad o grado de protección solo permiten desarrollar actividades que no afecten su integridad o la de los visitantes: ballenas, rompimiento de un glaciar, el cuadro de la Mona Lisa o un concierto. Algunos atractivos comprometen los sentidos y emociones: ante la visión de una obra de arte, la cercanía con un cetáceo de gran tamaño, vivenciar la explosión que produce el rompimiento del hielo o experimentar la vibración de la música en el cuerpo.

Hay atractivos para “hacer”, los que permiten desarrollar actividades con ellos o en su entorno: nieve, peces, centros comerciales, viñedos. Estos atractivos invitan a desarrollar actividades como el esquí en la montaña con nieve, la pesca en lagos, ríos y lagunas, las compras de recuerdos de viaje en centros comerciales y la degustación de vinos.

A menudo los visitantes no viajan solamente para ver o hacer, sino que lo hacen movidos por la necesidad de vivenciar aspectos simbólicos de los viajes que se relacionan con representaciones propias de esos atractivos turísticos. Para el caso del turista de sol y playa que elije quedarse un par de semanas o días en la costa, su motivación principal no pasa por las características de la arena o el grado de temperatura del mar. Sus causas son muy distintas y variadas pero todas convergen en el descanso y status,concretadas en el acto de tomar sol y en el prestigio devenido de esta elección, que se corresponden con representaciones propias del turismo del sol y playa.

El poder de atracción es ejercido por los recursos sobre el potencial visitante, por lo tanto resulta indispensable conocer qué les gusta a las personas para saber qué recursos del destino podrían tener esa capacidad de atraer corrientes turísticas. Los atractivos para visitantes son las imágenes y símbolos que se usan en las campañas de promoción. ¿Quién es responsable de su cuidado?

Las instituciones públicas deben ocuparse de hacer visitable un destino. La labor de la gestión local involucra lo público y lo privado en la provisión de instalaciones y actividades para facilitar la experiencia turística de los visitantes. Pero no se debe olvidar que el control, el mantenimiento, el embellecimiento y la conservación de aquellos recursos devenidos en atractivos turísticos constituyen una labor ineludible del Estado, que le demandará una alta inversión en el sostenimiento de su calidad, beneficiando a la comunidad receptora.

Naturaleza, cultura, comunidad residente y gobierno van de la mano en la oferta turística local.