Temporada inmobiliaria

Mi nombre es Daniel Aibe, martillero y corredor público, titular de la inmobiliaria de la ciudad de Pinamar adherida a la red RE/MAX.

Nuestra oficina opera en el mercado local desde su apertura, en abril del 2013, y forma parte de las más de 100 oficinas inmobiliarias que están adheridas a la red RE/MAX en todo el territorio nacional.

Nos caracterizamos por la fuerte exposición de nuestra cartera en prácticamente todos los portales inmobiliarios de la Argentina, una plataforma tecnológica única que nos permite trabajar en red con otras oficinas y sus más de 2500 agentes inmobiliarios adheridos al sistema, con una permanente capacitación en todos los aspectos concernientes a la actividad inmobiliaria para brindar el mejor servicio al cliente.

Solemos trabajar en exclusividad con nuestros clientes. Esto significa que otros colegas también pueden vender nuestras propiedades pero simplemente que somos nosotros el canal directo entre el cliente y el resto del mercado para que el proceso de comercialización y comunicación sea llevado a cabo de manera clara y prolija por un solo actor, que se ocupa de administrar de manera uniforme e inequívoca las pautas establecidas en el contrato con el cliente.

Esta metodología de trabajo y el hecho de generar buenos y permanentes vínculos con clientes y colegas nos ha permitido obtener excelentes resultados y fue clave en el crecimiento sostenido y permanente de la oficina desde su apertura hasta la fecha.

En cuanto al mercado de alquileres, si bien no nos caracterizamos por ser una inmobiliaria que se dedique prioritariamente a este segmento notamos que llegó la temporada pero lamentablemente nunca terminó de arrancar.

En RE/MAX Bosque, ponemos el foco permanentemente en escuchar al cliente y es por ello que solemos hacer encuestas a los clientes para obtener información valiosa que nos ayude a trabajar mejor.

En los meses previos a la temporada preguntamos a algunos clientes cómo veían la ciudad y qué esperaban de la temporada. Los comentarios, en general, fueron más o menos los mismos…

Que la ciudad se veía sucia, desprolija y con cierto estado de abandono. Que el frente marítimo estaba feo, y si bien se anuncio que las obras se llevarían a cabo durante el transcurso del 2016, e independientemente de la demora en el inicio de las mismas, quizá la planificación e implementación no se dio tal cual se esperaba y esto instaló en la gente una sensación de incertidumbre respecto al cumplimiento de los plazos para llegar al verano con el objetivo cumplido.

A estas “miradas” de los visitantes se sumó un alto grado de imprevisibilidad, a muy poco tiempo del inicio de la temporada, por falta de referencia de precio en el valor de los alquileres, tanto de los particulares como del segmento hotelero, situación especulativa que proporciona desconcierto e inseguridad y opera como factor adicional para que la gente confirme sus vacaciones en otras ciudades turísticas.

Me detengo en estas cuestiones para tratar de comprender mejor el porqué de una temporada que nunca arrancó, dado que no quiero ser redundante en aquello que todo el mundo expone permanentemente y tiene que ver con cuestiones de mercado (reales aunque a veces utilizadas como mecanismo de defensa o excusa) como el tipo de cambio retrasado, cuestiones de coyuntura o macroeconómicas, que son condiciones que afectan al turismo argentino en su conjunto, en mayor o menor medida.

En mi opinión, hay mucho por hacer. Desde el sector privado, ante todo, un fuerte cambio de mentalidad.

Desde el sector público, se intentó bajar una línea y consensuar condiciones de oferta pero ese consenso duró la misma cantidad de tiempo que la propia reunión que propusieron y de la cual fui parte. Será clave, de cara al futuro, que estos dos frentes se alineen.

Mi parecer es que la visión de futuro muchas veces llega al ombligo de uno y si a eso se le suma la dificultad del Estado para solucionar sus inconvenientes y acompañar con un presupuesto en Turismo que esté a la altura de las circunstancias, a Pinamar le va a costar mucho recuperar terreno perdido pretendiendo mantenerse solo por el peso de su nombre porque lamentablemente no se puede sostener el éxito apoyándose solamente en la reputación que supo ganar Pinamar en sus épocas de oro.

Hoy por hoy hay que poder adaptarse a los cambios de hábitos que se han dado en los últimos años, con temporadas y estadías más cortas, situación que se profundiza mientras no se encuentre solución a la estacionalidad de la ciudad, porque de ese modo es muy difícil elevar la vara. Sin ideas o solución a este asunto se sigue utilizando “el precio” como única variable de ajuste para sostener posteriormente todo un año y la gente que quiere disfrutar de la belleza natural de este lugar no tiene que ser responsable de eso.

No se puede reclutar y capacitar personal en 15 ó 30 días para atender satisfactoriamente a un público exigente que requiere y merece una mayor y mejor calidad de servicio.

No sirve seguir teniendo un aumento significativo de camas de un año a otro sin una mayor y mejor oferta de servicios que acompañe ese incremento. En este sentido el desarrollo inmobiliario debería ajustarse mejor a las exigencias del público local y las particularidades de la plaza.

Cada vez hay mayor competencia en oferta de nuevos destinos turísticos con promociones y financiación muy tentadora. En Pinamar ese concepto no está demasiado instalado porque muchos siguen pensando que cuenta con un público cautivo que no se fija en estas cuestiones y sigue viniendo. En la mayoría de los lugares turísticos uno va y paga con una tarjeta de crédito. Acá el posnet está a disposición en pocos lugares, con lo cual, hay que resolver cuestiones de fondo pero también algunas básicas o si no vamos a seguir perdiendo competitividad y mirando por la tele cómo explotan de argentinos otros lugares.

Creo que no hay que resignarse o conformarse con temporadas mediocres o aceptables pero para cambiar esta situación, cada uno de los que habitamos y queremos el lugar en el que estamos, tenemos que aportar nuestro grano de arena y tratar de revertir varias cosas para que el lugar vuelva a posicionarse como un centro turístico de primer nivel.

En cuanto a nuestro sector, el rol de las inmobiliarias en muchos casos dejó de lado su razón de ser como intermediaria y operó muchas veces como servidor de un público que estableció condiciones que no le hicieron bien al mercado. A partir de esta circunstancia los clientes muchas veces piensan que se les cobra comisiones excesivas y que no se les da servicio.

Nuestro rol en esta sociedad es muy importante porque somos representantes de la ciudad y a la vez formadores de precio, con lo cual, debemos recuperar protagonismo haciendo nuestro trabajo como corresponde y esa será una buena manera de contribuir al mejoramiento de lo expuesto anteriormente. Para lograrlo deberíamos desarrollar mucho más la escucha y la comunicación en pos de ponernos de acuerdo y lograr un verdadero consenso, tanto de los empresarios como de los comerciantes. No se puede seguir fomentando la pavada.

Ojalá que después de una segunda temporada consecutiva “floja”, cada uno desde su lugar, esté definitivamente dispuesto a parar la pelota, pensar y luego arremangarse y ponerse a trabajar en un proceso de renovación fundado en las necesidades y expectativas de la gente.

Esa quizá sea una manera de mejorar la matriz costo-beneficio y recuperar la identidad de un lugar que supo brillar durante algunas décadas doradas.